martes, 5 de mayo de 2020

Rostro (Li Qingzhao)

Lavando la arena del arroyo
(Huan Xi Sha)

su rostro
    como una flor de loto
se abre en una sonrisa

el humo del pato de jade del pebetero
vuela hasta su mejilla también perfumada

mirada de olas que apenas se turban
y traslucen sus pensamientos

de perfil
    con un gesto sentido
lleno de gracia y de encanto

ella escribe sobre un papel
    el secreto de su corazón:

"cuando la luz de la luna
    desvíe la sombra de todas las flores

                ¡amor mío!
                            regresa"

Rostro (Li Qingzhao)

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60 poemas ci para cantar
Li Qingzhao (Qibang, Zibo, China, 13 de marzo de 1084 - Lin'an, China, 12 de mayo de 1155)

Si, por un lado, este género permitía una expresión más libre de los sentimientos y un uso habitual del pronombre en primera persona, por otro lado, sin embargo, requería unas delicadas manos de experto y un sentido musical muy desarrollado para rellenar con palabras (expresión sinónima de "escribir poesías") la canción seleccionada. Para realizar bien un ci, no solo era necesario ser un maestro de la palabra, sino que se hace imprescindible conocer a la perfección los wuyin (5 tonos) y los liu lu (los 6 metros o medidas, es decir, las seis longitudes del tubo musical).
Li Qingzhao vivió en el momento en que los
ci consiguieron todo su esplendor. Es considerada, por la tradición, una maestra de este género poético.
Dentro de sus aportaciones podemos señalar algunas peculiaridades de su estilo literario: la inclusión de coloquialismos que dan fluidez y humanizan el poema, el uso constante de personificaciones, de comparaciones implícitas entre elementos naturales, objetos inanimados y seres humanos y, en especial, la delicadeza y precisión musical que caracterizan sus poemas, convirtiéndolos en joyas pulidas y engastadas.
[Traducción y prólogo de Pilar González España]

sábado, 4 de abril de 2020

Escucha (Darian Leader)

Este caso muestra claramente la diferencia fundamental entre la verdad y los "hechos". Podemos imaginar al personal del hospital preocupado por sus cuarenta y cinco kilos, evaluando sus posibles riesgos en términos de una gráfica que establecía el peso normal para una mujer joven de su edad. Pero esta atención a la norma habría descuidado lo que significa el número cuarenta y cinco para ella, un detalle que, como muestra Volkan, sólo emergió a través del diálogo. Es importante reconocer esto en una época en que hablar es progresivamente devaluado en favor de una visión de la vida humana en la cual el destino es reducido a parámetros de la biología. Y hablar, a diferencia de tomar drogas, requiere de una escucha -alguien a quien la persona deprimida pueda dirigirse-. Si comunicar lo imposible es tan central para la experiencia del melancólico, debe haber alguien para recibir la comunicación, para ayudarle en su ardua tarea de encontrar un nuevo camino para hablar acerca de ese hueco.
El duelo, como hemos visto, también requiere de otras personas, quienes quizá ayuden a la persona en duelo a simbolizar e incluso acceder a su propia respuesta a la pérdida. El diálogo de duelos puede significar la diferencia entre comenzar el proceso de duelo y un estado de inercia en el cual la vida parece no tener nada que ofrecer y donde nada cambia. En palabras de Keats, la persona en duelo debe buscar "un compañero en los misterios de la tristeza". Y aquí es donde las artes se vuelven esenciales para las sociedades humanas. Las obras de arte, después de todo, comparten algo muy especial: han sido hechas, y usualmente creadas, a partir de una experiencia de pérdida o catástrofe. Nuestra mera exposición ante este proceso puede alentarnos, a su vez, a crear, desde llevar un diario a escribir ficción o poesía o poner el pincel en el lienzo. O simplemente a hablar y pensar.

Escucha (Darian Leader)

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La moda negra
Duelo, melancolía y depresión
Darian Leader (Alameda County, California -Estados Unidos-, 1965)

Sexto Piso Editorial, 2011

Escrito por un psicoanalista, este libro no es apto para los que detesten el psicoanálisis, que haberlos, haylos. Pero centra su interés en la meditada, clara y quirúrgica tarea de definir los conceptos de depresión y (frente a, diferente a) duelo. Y, en el camino, Leader critica la simplificación generalizada que se ha impuesto en nuestro mundo occidental, bendecida por una muy rentable e interesada industria farmacéutica, que sin interés ninguno en matizar las diferencias entre depresión, melancolía y duelo, favorece el diagnóstico y tratamiento bajo el único epígrafe de depresión. Al leer el libro, uno desarrolla esa forma de mirar y escuchar crítica que nos permite descubrir conversaciones entre niños, adultos y ancianos en las que se ha conseguido asentar «lo depre», «la depresión», «el deprimido», verbalizando equivocadamente lo que en la mayoría de los casos es un estado melancólico o, en circunstancias, de duelo, que de ninguna manera debería tratarse como una patología clínica.
Los ejemplos continuos hacen su lectura comprensible para los que carezcan de interés o conocimientos específicos sobre psicología, pero el tratamiento es paciente y riguroso.
[labuenavida-cafedellibro.es/]

jueves, 20 de febrero de 2020

Morada (Colin Thubron)

Shiva, que medita en la cumbre de la montaña, retiene la sombra de su pasado de renegado. Es el señor de los estragos y la regeneración, patrono de místicos y trotamundos. Tiene la cara embadurnada de azul con las cenizas de los muertos. Danza para que el mundo sea y para que se arruine de nuevo. Aporta al mismo tiempo la esperanza y la desolación del cambio. Solo el yogui puede detener esa transitoriedad, pues, cuando está en trance, imagina su cuerpo unido al de Meru-Kailash, y activa sus energías psíquicas hasta que flotan en paz.
En una de las primeras escrituras, Párvati, la hija del dios de la montaña Himalaya, busca a Shiva y lo seduce durante miles de años, mediante sus devociones ascéticas y su belleza inmortal. Se convierte en su shakti,  el genio que le proporciona energía, y su matrimonio en la cima de la montaña es la unión del pensamiento y la naturaleza virgen. Pero Párvati es tan mudable como él. En ocasiones la llaman Urna, pura luz; en otras es Kali, la diosa terrible cuyos sacrificios me empaparon los pies en Dakshinkali.
Sea cual fuere la divinidad principal, lo cierto es que el concepto de un dios de la montaña se expandió por Asia. Una enigmática etimología incluso vincula Meru al antiguo Sumer y los zigurats de Babilonia. Los templos hindúes se diseñaron para emular el trazado místico de la montaña, pues también ellos son las moradas de los dioses. El gran templo del siglo VIII Ellora, en el Kailash, tallado en roca basáltica, es un espejo consciente de Meru, como lo es la estupa budista del siglo III a.C. en Sanchi. Sobre todo en los santuarios shivaístas del sur de la India, los tejados ascienden hacia el cielo en forma de múltiples hileras de montañas, y sus depósitos de agua ritual representan la Manasorovar. En el Tíbet los chorten son Merus en miniatura, mientras que el triángulo blanco del Kailash se pinta en las puertas de las casas de campo. En el Asia del sudeste, los khmer camboyanos levantaban sus macizos templos siguiendo la misma pauta (Angkor Wat es una gigantesca imagen de Meru) y los palacios en forma de Meru de los reyes birmanos ayudaban a santificar su tiranía.

Morada (Colin Thubron)

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Hacia una montaña en el Tíbet
Colin Thubron (Londres -Inglaterra-, 14 de junio de 1939)

RBA Libros, 2012

A veces un libro se cruza en tu vida y como un inesperado minero, extrae de tu memoria retazos vividos con demasiada nitidez. Y este es uno de ellos.
A veces los viajes comienzan mucho antes de que hayas dado el primer paso.
A veces las reseñas son mitad crítica, y mitad narración personal. Y esta es una de ellas.
Colin Thubron reflexiona al comienzo del libro sobre las razones que le impulsan a viajar. En este caso es la muerte de un familiar, su madre, lo que le obliga a coger de nuevo la mochila, un cuaderno de notas, un bolígrafo y empezar a caminar.
Empatizo con él desde la línea número uno: “Un viaje no es una cura, tan solo produce una ilusión de cambio, y en el mejor de los casos se convierte en un consuelo espartano.” En alguna ocasión, los viajes se convierten en huidas hacia adelante, paréntesis oxigenadores para, tras un período, casi siempre breve, volver a la urbana realidad.
Posiblemente el mejor escritor de literatura de viajes vivo, se embarca en la aventura de cruzar la frontera de Tíbet para llegar al Kailash, el único monte de los Himalayas que no ha sido coronado, por respeto a las creencias budistas e hindúes, santo para la quinta parte de la población del mundo.
Carlos Valadés [leeryviajar.com]

viernes, 7 de febrero de 2020

Oculto (Mark Strand)

Al hablar de su poema "La anciana y la estatua", escribió Wallace Stevens:

En el poema no hay nada automático, pero sí tiene un aspecto automático, en el sentido de que es lo que yo quería que fuera, sin que supiese, antes de escribirlo, lo que yo quería que fuera, aunque antes de escribirlo sabia lo que quería hacer.

Esta es una de las descripciones más precisas que conozco del llamado "proceso creativo". Y me parece que aclara muy bien por qué las discusiones sobre el oficio son, en el mejor de los casos, precarias. Lo que hacemos lo sabemos solo después. La mayoría de los poetas, creo, se siente atraído por lo desconocido, y la escritura es para ellos una manera de hacer visible lo desconocido. Y si aquello que buscamos está oculto o es desconocido, ¿cómo abordarlo usando medios predecibles? Confieso que en mí hay un deseo de olvidar el saber, sobre todo cuando me dispongo a trabajar en un poema. Jung lo sabía cuando dijo: "Mientras nos encontramos inmersos en el proceso creativo, ni vemos ni comprendemos, y de hecho no debemos comprender, pues nada perjudica más a la experiencia inmediata que el conocimiento". Y también lo sabía Stevens cuando escribió: "Uno tiene que saber, de alguna manera, que tal sonido es el sonido exacto: y de hecho ya lo sabe, sin saber cómo. Su conocimiento es irracional". Esto no quiere decir que la racionalidad sea buena o mala, sino sencillamente que tiene poco que ver con la escritura de poemas (a diferencia de lo que ocurre, por cierto, con la comprensión de poemas).

Oculto (Mark Strand)

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Sobre nada y otros escritos
Mark Strand (Summerside, Canadá, 11 de abril de 1934 - Nueva York, 29 de noviembre de 2014)

Editorial Turner, 2016​

Este libro, que reúne varios artículos de Mark Strand, esconde bajo sus reflexiones acerca de la poesía una sólida meditación sobre la vida. Él, que tempranamente se autorretrató como "yo soy lo que falta", es lo contrario del poeta confesional, al que llama "parlanchín". Agudo psicólogo, Strand concluye: "El poeta confesional no soporta estar solo". Algo que quizá valga para todos los parlanchines. Strand, en cambio, integra su pesimismo en una elegante sobriedad.
Para el título general se ha elegido el del ensayo final, 'Sobre nada', siendo nada menos aún que la nada. Un nihilismo que procede de Beckett y Kafka, aunque legitime en la Antigüedad sus análisis de las sombras y el olvido. Preparando una lectura de sus poemas (en Madrid, ciudad en la que vivió sus últimos años), el autor anota bellamente: "Parecían escritos por alguien que vagamente era yo".
Defensor de la literatura de no-ficción, el poeta suele dar forma narrativa a su prosa, de modo que sus reflexiones se presentan como cuentos con protagonistas cercanos a su vida. En contra de las apariencias, nos hace ver que la novela contemporánea pide lectura apresurada, análoga a la comida rápida, de lo que se deduce cuál será el correlato culinario de la poesía.
Juan Antonio González Iglesias [Babelia]

viernes, 10 de enero de 2020

Viento (Matsuo Bashō)

El jardín del monasterio

Me hospedé en el suburbio de Daishoji, en un monasterio llamado Zensho. Este sitio pertenece todavía a la provincia de Kaga. Sora también se había hospedado en ese templo la noche anterior y había dejado este poema:


Viento de otoño:
lo oí toda la noche
en la montaña.


Nos separaba la distancia de unas horas pero me pareció que entre nosotros había ya más de mil millas. Yo también, escuchando el viento otoñal, me acosté en el dormitorio destinado a los novicios. Al romper el alba se oyeron rezos, sonó la campana y me apresuré a entrar en el refectorio. ¡Ahora a Echizen!, me dije con brío y salí a toda prisa del templo, mientras unos jóvenes bonzos me perseguían con papel y pinceles hasta el pie de la escalera. En ese momento caían las hojas de los sauces en el jardín. Al ponerme las sandalias, y aparentando más prisa de la que tenía, tracé estas líneas:


Antes de irme
¿barro el jardín hojoso,
sauces pelados?

Viento (Matsuo Bashō)

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Sendas de Oku
Matsuo Bashō
(Ueno, 1644 - Osaka, 28 de noviembre de 1694)

Ediciones Hiperión, 1993

“El placer de vivir me hizo olvidar el cansancio del viaje y casi me hizo llorar”
«Desde las primeras líneas Basho se presenta como un poeta anacoreta y medio monje […]. Su viaje es casi una iniciación». Así habla Octavio Paz en el largo prólogo que antecede al libro «Sendas de Oku» del poeta japonés del siglo XVII Matsúo Basho, libro considerado una de las cumbres de la narrativa y la poesía japonesa Zen.
La obra es, en realidad, un cuaderno de viaje en el que, con breves textos, Basho apunta sus impresiones del camino, de las gentes con las que se cruza y de los lugares que visita. El viaje es el que el propio Basho emprende, acompañado por un discípulo, desde su choza en el Sur hasta las remotas tierras del Norte, más el consiguiente regreso.
El viaje, es casi innecesario señalarlo de nuevo, no supone sólo un desplazamiento físico, sino también uno interior: el viaje, como en tantas obras, es también un lento aprendizaje. El espíritu crece a medida que el cuerpo se desplaza.
[mundocritico.es]

martes, 17 de diciembre de 2019

Voz (Julia Uceda)

No hay mundos del silencio
ni se han perdido las palabras
que se dijeron un entonces.
El aire, en sonidos múltiples,
las va llevando de un lugar
a otro
como a plumas
de música,
de signos y babel.
Las respiramos
sin oírlas,
como tampoco
el quejido de una hoja que nace,
el frío idioma de los peces, el girar
de los cuerpos errantes.
Lo que mueve los árboles
mueve voces plegadas
en los tiempos sin horas.


Y así,
tal vez en la lluvia que nos toca
o en el aire que levanta un abanico
esté la voz de Buda o una carta
que alguien está leyendo al otro lado del mundo.
Alguien
que no ha llegado aún.


Voz (Julia Uceda)

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Hablando con un haya
Julia Uceda (Sevilla, 22 de octubre de 1925 - Serantes, 21 de julio de 2024)

Editorial Pre-Textos, 2010

Uceda elige como interlocutor a un haya que ella misma ha visto crecer en su jardín, testigo mudo del transcurso de su vida y tótem cargado de simbolismo, ya que el haya siempre ha tenido gran importancia tanto en la medicina natural como en la religión o en la magia. Para la poeta existe un significado sagrado que duerme tras los lenguajes de la Naturaleza, así parece escuchar voces cuando el viento agita las hojas del haya e interpreta palabras o risas, sucumbe ante una poesía no apreciada, una poesía silenciosa que escucha su discurso y a veces lo argumenta tan sólo con el bello propósito de existir.
[todoliteratura.es]

lunes, 2 de diciembre de 2019

Leve (José Ángel Valente)

Octubre

Hay una leve luz caída
entre las hojas de la tarde.
Dame
tu mano y cruza
de puntillas conmigo
para nunca pisarla,
para no arder tan tenue
en sus dormidas brasas
y consumirte lenta
en el perfil del aire.


Leve (José Ángel Valente)


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Nadie
José Ángel Valente (Orense, 25 de abril de 1929 - Ginebra, Suiza, 8 de julio de 2000)

Editorial Fundacion Cesar Manrique, 1996


En 1996 la Fundación Cesar Manrique publica Nadie un libro que contiene quince poemas inéditos. En su introducción, titulada “Palabra, libertad, memoria”, el poeta establece conceptos fundamentales de su poética: llevar el lenguaje a una situación extrema, donde las palabras se hacen ininteligibles y puras; asumir la libertad de violar el sistema de la lengua, en correspondencia con la ruptura de la norma en el lenguaje de la locura; y establecer un doble silencio, de evocación musical weberiana, tanto en el interior del poema como en su entorno.