Me
figuro que, ante el mar, el sentimiento que se debe experimentar más
profundamente debe ser el de la propia nada, quiero decir frente a eso
que la mar tiene de eterno, de inmutable, de maravillosa indiferencia.
He experimentado esta sensación cuando vi la catarata del Rin en Suiza y
su perpetuo tumulto, que no cesa un segundo, durante el día y la noche,
más allá de los siglos; me llenaba con un sentimiento de angustia y
anonadamiento. Volví a casa completamente destrozada, y en la actualidad
todavía, cada vez que paso por delante, y veo por la ventana del tren
ese terrible espectáculo, esa espuma que salta, ese abismo blanco de
agua hirviente y cuando oigo ese tumulto ensordecedor, mi corazón se
estremece y algo en mí me dice: "He ahí el enemigo". ¿Os asombráis?
Evidentemente, es el enemigo de la vanidad humana que se cree que es
alguien y de pronto se convierte en nada. Tal es también, por otra
parte, el efecto de una concepción que de todo dice, como Ben Akiba:
"Siempre ha sido así", "Ya irá bien solo", etcétera; y donde el hombre,
con su querer, poder y saber, parece completamente superfluo... Por esta
razón, odio esta filosofía, mi querido Carlomagno, y me mantengo en la
idea de que más bien habría que arrojarse a la catarata del Rin y
perecer en ella como una cáscara de nuez, en lugar de sacar la cabeza y
dejar mugir el agua como mugía en tiempo de nuestros antepasados y como
mugirá después de nosotros. Querida Lulú, los resedas y los claveles
están todavía florecidos y huelen "tan bien como el primer día".
Os saludo cordialmente a todos, sin olvidar los niños y la Muchacha de las ocas.
Vuestra Rosa.
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Rosa Luxemburg ( Zamość (Polonia), 5 de marzo de 1871 - Berlín (Alemania), 15 de enero de 1919)
Galba
edicions, 1975
Rosa
Luxemburg entró en la vida de los Kaustky, tras su difícil instalación
en Berlín, en 1898, cuando los cuadros de la socialdemocracia recibieron
con una extrema desconfianza a esta extranjera, de la que sólo se
conocían algunos polémicos artículos y unas intervenciones, más
polémicas todavía, en los congresos. La amistad con los Kautsky surgía
en el momento oportuno. La lectura de estas cartas a Karl, y en especial
a Luise, nos informan sobre los periodos cruciales de su vida y su
acción. Para quien desee conocer su personalidad más allá de sus
escritos doctrinales y comprender no sólo los incidentes de su biografía
sino también el profundo sentido de su carácter, estas cartas se
convierten en un documento indispensable...
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