lunes, 20 de enero de 2014

Sombrero (Honoré de Balzac)

A finales del pasado mes de octubre entró en el Palais-Royal en el momento en que volvían a abrirse las casas de juego de conformidad con la ley que protege una pasión esencialmente imponible. Sin titubear demasiado, subió la escalera del garito designado con el nombre del número 36.
-Monsieur, el sombrero, haga el favor -gritóle, con voz seca y gruñona, un viejecillo de cara descolorida, acurrucado en la sombra, resguardado por una barricada y que se levantó de pronto, dejando ver una figura calcada sobre un tipo innoble.
Cuando entráis en una casa de juego, empieza la ley por despojaros del sombrero. ¿Será una parábola evangélica y providencial? ¿O más bien un modo de cerrar con vosotros un trato infernal, exigiendo alguna prenda? ¿Será para obligaros a guardar una actitud respetuosa, ante aquellos que os van a ganar vuestro dinero? ¿Será que la Policía, agazapada en todas las letrinas sociales, tiene empeño en saber el nombre de vuestro sombrero o el vuestro propio, si lo habéis anotado bajo la copa? ¿O será finalmente, para tomaros la medida del cráneo y llevar una estadística sobre la capacidad cerebral de los jugadores? Punto es este sobre el que la Administración guarda completo silencio. Pero sabedlo bien, en cuanto dais un paso hacia el tapete verde, ya vuestro sombrero os pertenece tan poco como vosotros mismos os pertenecéis; os jugáis vosotros, vuestros dineros, vuestro sombrero, vuestro bastón y vuestra capa. A la salida, os demostrará el juego con un atroz epigrama en acción, que aún os deja algo al devolveros vuestro bagaje. Pero si lleváis sombrero nuevo, aprenderéis, a vuestras expensas que hay que hacerse un traje de jugador.


Sombrero (Honoré de Balzac)____________________________________________________________________________

La piel de zapa
Honoré de Balzac (Tours, 20 de mayo de 1799 - Paris, 18 de agosto de 1850)

Editorial Bruguera, 1983


En París, una triste tarde de octubre, un joven pierde su última moneda en una casa de juegos. Aturdido y tentado por la idea del suicidio, y mientras aguarda que caiga la noche, entra en una singular tienda de antigüedades en la que se cruzara en su camino un talismán en forma de piel curtida que cambiara de forma crucial el rumbo de su existencia.

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