Ahora,
el olvido acaricia mis manos.
Con Arden las perdidas, Gamoneda acentúa su tono elegiaco pero desde una interpretación profunda y esencial de lo que supone el paso del tiempo y el recuerdo, y sus poemas aportan nuevas aristas a la investigación en marcha que representa su trayectoria creativa. Cabe leer Arden las perdidas como un relato refluyente de lo que ya no es (la luz de la infancia, el amor, la ira y los rostros del pasado...), de lo perdido y olvidado que, sin embargo, aún arde y se afirma luminoso y cruel en la inminencia de su desaparición. El aparente hermetismo del relato se abrirá con solo advertir que los símbolos son, fueron, simultáneamente, realidades. La visión de lo perdido y olvidado es también conciencia existencial, conciencia del tránsito soportado para ir de la inexistencia a la inexistencia. Ya en la claridad sin descanso de la vejez, es dado contemplar la gran oquedad, conocer el error en que, incomprensiblemente, descansa nuestro corazón.
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