lunes, 16 de septiembre de 2019

Caña (Blanca Sarasua)

Dos cañas, por favor.

En esta tarde de mayo metafísica
¿somos un plagio de qué?

¿a quién le robamos las ideas?
Demasiado trabajo el de morirse,
para abonar la tierra, demasiado.
La luz se manifiesta en sus colores, ni uno más,
y no sé qué me dice, como esa mariposa
que dentro de unas horas ingresa en el olvido.

Y como no hemos dado
con la brújula y esto
no hay quien lo entienda,
te invitaré a una caña
simplemente,
mientras que las ideas circulan
sin semáforo.



Caña (Blanca Sarasua)

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Música de aldaba
Blanca Sarasua (Bilbao, 2 de noviembre de 1939)

Ediciones Rialp, 2008


La poesía es un grito primero contra ti mismo y luego contra la sociedad en la que estamos viviendo. Vivimos en una sociedad de cartón piedra, con muy pocos valores. Entonces, la poesía tiene que estar ahí. Aunque se queda arrinconado un libro de poesía en una casa y no lo mire nadie, no sabes qué pueda pasar dentro de diez años, veinte años  Un hijo, un nieto, coge de pronto ese libro, lee un poema y dice: Yo este poema hubiera querido escribirlo. O si en una casa que se va a cerrar, venden todos los libros en un mercadillo, hay alguien que coge un libro, lo lee y se siente identificado. Con eso vale. Esto es lo que buscamos, ya sabemos que somos tallos sueltos. Hay una frase preciosa de Jaroslav Seifert, premio Nobel, que dice: «Por qué tiene que hablar de sí mismo un solo tallo cuando hay hierba», y yo respondo: porque cada tallo tiene su individualidad, como las personas. Las personas forman una sociedad, pero es muy importante cómo son esas personas, cada uno de esos tallos, para que la hierba, o la sociedad, merezca la pena. Los poetas o cualquier manifestación artística –un pintor, un músico…– intentan mejorar el mundo, intentan dejar unos valores, por si alguien quiere recogerlos.
Blanca Sarasua [El Norte de Castilla]

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