sábado, 18 de mayo de 2019

Libélula (Aki Shimazaki)

Guardo silencio. Es la primera vez que me habla de su hija.
-De hecho -me dice-, perdí a mi marido y a mi hija juntos en un accidente de automóvil.
No sé qué decir. Pienso en las palabras de Haruko: "Seguir viviendo es en sí mismo una cosa increíble". Con calma, la señora Wada prosigue:
-Después de aquella tragedia, ya no tenía fuerzas para trabajar. Me encerré en mi casa durante diez años. Pero cuando vi el nombre de su juku (escuela), de repente tuve el deseo de pedirle un empleo.
Le pregunto qué hacía su hija. Sus ojos brillan:
-Estudiaba en una ondaï (universidad). Adoraba cantar. Como su mujer y yo.
Murmuro: "Diecinueve años. Tan joven...". La señora Wada me pregunta:
-¿Conoce las usubaki-tonbo
-Sí. Mi padre me habló de ellas cuando yo era joven.
Le repito lo que él me enseñó. Esas libélulas llegan al Japón probablemente de países cálidos: sudeste de Asia y las islas del sudoeste. Una vez en Kyushu, remontan hacia el norte, hacia Hokkaido. Desgraciadamente, no sobreviven al invierno de Japón. Al repetir esta historia, vuelvo a ver la imagen de Jirô corriendo hacia el norte: Fukuoka, Kobe, Yokohama, Tokio... La señora Wada me pregunta de nuevo:
-Sabe usted también que se las llama "Líbelulas-almas de los muertos", porque aparecen durante el periodo del bon (fiesta de difuntos).
Sí. Me parece muy poético.
Ella sonríe:
-Creí que el alma de mi hija me había guiado hasta aquí.
Los ojos se le llenan de lágrimas. Emocionado, imagino que el alma de mi padre me hizo elegir la palabra tonbo por medio de mi hija, para invitar a Jirô a venir a verme, aquel alumno por el que mi padre se preocupó hasta su muerte.

Libélula (Aki Shimazaki) 












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Tonbo
Aki Shimazaki (Gifu -Japón-, 1954)


Aki Shimazaki construye en Tonbo una historia de recuerdos y secretos desvelados, diseminando las pistas del pasado de sus personajes en los diálogos y pensamientos de éstos y jugando con la importancia de lo no dicho. Personajes los de esta novela que se caracterizan por ser y sentirse distintos, bien por pertenecer a una minoría (la familia de Nobu y él mismo son cristianos en un país donde esta confesión es seguida por un porcentaje mínimo de japoneses) o estar de alguna manera marginados (la sociedad dando la espalda a la familia de Nobu tras el suicidio de su padre o los prejuicios de clase contra Jirô).
El estilo con el que Shimazaki moldea la historia de Nobu y su padre es sencillo y depurado, con una construcción minimalista de frases breves y directas. La escritora nipona opta deliberadamente por esta manera de narrar alejada del artificio y la recreación, «de una manera sencilla, con frases cortas y concentradas como los haikus en japonés«, quizá también influida por el hecho de utilizar el francés como lengua narrativa en lugar de su lengua materna.
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