Sólo
logramos un par de asientos separados en un autocar abarrotado, lo que
me remontó a veinte años atrás, rumbo a Nueva York, tal como tantas
veces antes; detenida, en libertad bajo fianza, arruinada después de
pagarle al fiador, hambrienta por no haber tenido tiempo para comer,
molida después de veinticuatro horas sin dormir, recordando el olor de
esa cárcel mientras traqueteaba en un condenado autocar, con un marinero
dormido echado sobre mí. Pero pronto olvidé todo eso, con mi hombre.
Esta vez, según me han dicho los médicos, con un poco de suerte estaré
en condiciones de mantenerme sana dos años seguidos. ¿Quién puede pedir
más? Por mis venas corre sangre irlandesa, heredada de los Fagan, como
para creer que si limpias la casa no vienen las visitas. Si lo único que
esperas son dificultades, tal vez se presenten días dichosos. Si
esperas tiempos felices, ten cuidado. Pero ningún médico puede decirte
nada que tus propios huesos no sepan; por el contrario, yo estoy en
condiciones de informarles algo a ellos. Supe que realmente lo había
superado una mañana en que no aguanté más la televisión. Cuando estaba
colgada y quería permanecer así, era capaz de ver la tele horas enteras,
encantada. ¿Quién puede saber qué desvíos nos esperan a la vuelta del
camino? ¿Otro juicio? Seguro. ¿Otra cárcel? Tal vez. Pero si has vencido
el hábito una vez más y le has dado una patada a la pantalla del
televisor, ninguna cárcel de esta tierra podrá inquietarte demasiado.
¿Cansada? Apuesta lo que quieras. Pero pronto todo esto caerá en el
olvido, con mi hombre…

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Lady sings the blues
Billie Holiday (Philadelphia, 7 de abril de 1915 - New York, 17 de julio de 1959)
Tusquets
Editores, 1988
Cuando
Eleanora Holiday, más conocida por Billie, o Lady Day para los amigos,
murió en un hospital de Nueva York en 1959, dejaba tras de sí una de
las carreras más míticas y deslumbrantes de la historia del jazz. Desde
los miserables inicios en Baltimore, los primeros trabajos como
criada, el intento de violación a los diez años, la prostitución, la
discriminación racial, la drogadicción, los múltiples pleitos y
estancias en la cárcel, el engaño por parte de casi todos los hombres
que la trataron, su vida aparece jalonada por una serie de episodios que
fraguaron su leyenda.
Billie Holiday nos cuenta con conmovedora
sinceridad en estas memorias, escritas en colaboración con su amigo y
pianista William Dufty, en las que también se revive la más esplendorosa
época del jazz en los clubes de Harlem, la radio y los estudios de
grabación, las giras maratonianas y las jam-sessions al lado de músicos
legendarios como, entre otros, Duke Ellington, Louis Amstrong, Benny
Goodman, Count Basie, Lester Young o Artie Shaw.
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