miércoles, 15 de junio de 2022

Ideal (Vita Sackville-West)

Pensamientos terribles, antinaturales, habían penetrado en su mente. "Ojalá no me hubiera casado nunca... ojalá no hubiera tenido nunca hijos.". Y sin embargo, amaba a Henry -hasta el dolor- y amaba a sus hijos -hasta el sentimentalismo-. Urdía teorías sobre ellos, que le confiaba a Henry en momentos de intimidad y expansión. Herbert sería un estadista, decía, pues ¿no le había preguntado (con doce años) sobre los problemas del gobierno nativo? Y Kay, con cuatro años, había pedido que le llevaran a ver el Taj Mahal. Henry le había consentido estas fantasías, sin ver que, en realidad, era ella la que le estaba consintiendo a él.
Pero todo esto no había sido nada en comparación con las ambiciones de Henry, que la habían conducido por un sendero de espinas. Todas las ideas de Henry sobre el mundo eran intrínsecamente opuestas a las suyas. El uno realista y la otra idealista, representaban los extremos más opuestos de sus respectivos puntos de vista, con la diferencia de que, mientras Henry no necesitaba vacilar sobre su credo, ella tenía que proteger el suyo de la vergüenza y el ridículo. Y sin embargo, en ese punto la confusión la envolvía de nuevo. Había momentos en los que en los que era capaz de participar en la excitación del gran juego que Henry siempre estaba jugando; momentos en los que la existencia privada, especializada, intensa y hermosa del artista -cuya práctica le había sido negada, pero cuyo ideal de vida todavía anhelaba desgraciada e imaginativamente- parecía pobre y egoísta, y delicioso en exceso, comparado con la masculina ocupación del imperio y la política y la contienda de los hombres. Había momentos en los que era capaz de entender, no sólo con el cerebro, sino con su sensibilidad, que Henry deseara ardientemente una vida de acción de la misma manera que ella deseaba ardientemente una vida de contemplación. Eran, en efecto, dos mitades de un mundo escindido.

Ideal (Vita Sackville-West)


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Toda pasión apagada
Vita Sackville-West (Sevenoaks, Kent, 9 de marzo de 1892 - Castillo de Sissinghurst, Kent, Inglaterra, 2 de junio de 1962)

 
«Se preguntó qué heridas eran más profundas: las desgarradas heridas de la realidad, o las hondas e invisibles magulladuras de la imaginación.»
Lord Slane, baluarte del Imperio y gran estadista, ha muerto. Le sobreviven su viuda y seis hijos dispuestos a ocuparse de ella. Pero Lady Slane tiene otros planes: la sumisa esposa y complaciente madre quiere al fin vivir su propia vida. En una pequeña casa, en Hampstead, rememorará sus sueños de una juventud y pasará dulcemente el tiempo que el destino le conceda junto a aquellos que ha escogido: una doncella francesa, el carpintero y hasta un excéntrico millonario, enamorado de ella en la India cincuenta años atrás.

Toda pasión apagada es una de las obras maestras de Vita Sackville-West, y suscitó el entusiasmo de Virginia Woolf, cuyo libro Una habitación propia sin duda había influido en el de su amiga.

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