viernes, 6 de diciembre de 2013

Haiku (Vicente Haya)

El yunque en el que se forja esta sensibilidad mística del japonés es la descripción pura, exacta, sin intromisiones del yo, lo que sucede fuera del poeta; la atención plena al mundo que nos rodea. Lo que en japonés se llama “espíritu de shasei”. Sashei significa “esbozo del natural, describir lo que uno presencia”. Un haiku es una instantánea de la realidad. El haiku no transforma el mundo; te pone en contacto con él, te lleva a él, te introduce en él. No te explica la realidad, ni la embellece; la muestra. Porque parte de la base de que el mundo es perfecto. El mundo tal como es; con sus criaturas bellas y las que no nos lo parecen. Frente al tanka que preseleccionaba los objetos bellos que merecían entrar en el mundo de la literatura —ciruelo, ruiseñor, Luna…—, el haiku decide que no hay nada que no merezca transformarse en poesía.
Todo objeto es poético, toda realidad merece quedar fijada en la memoria colectiva; todo merece su fotografía… excepto el fotógrafo. Así de estricto. Por eso escribir haiku es una Vía; un entrenamiento del “yo”. En tanto es un proceso de despertar de los sentidos, de atención, de naturalidad, de autenticidad, de paciencia, de desprendimiento, de extinción de la vanidad… Los maestros del haiku nos enseñan que el poeta debe eliminarse de su poesía para que sus versos capten la esencia dinámica de la realidad.


Haiku (Vicente Haya)
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Haiku-dô (El haiku como camino espiritual)
Vicente Haya (Sevilla, 1962)

Editorial Kairós, 2008


Con la colaboración de Akiko Yamada, Haiku-dô propone setenta haikus japoneses como enigmas a ser descifrados. Dado el carácter especular del haiku, empero, todo esfuerzo por desvelar un haiku tiene como resultado el desvelamiento del corazón de quien lo intenta. Más que de un desciframiento, de lo que se trata es de un acto de vaciamiento y de exponernos al haiku como ante un espejo. De ahí que tanto la escritura, el estudio o la lectura de los haikus pueda convertirse en un camino espiritual. Tras una meticulosa indagación en estos setenta ejemplos paradigmáticos de haikus de difícil comprensión queda de manifiesto que el haiku japonés siempre fue una Vía espiritual (dô), un modo de entrenamiento del “yo”, un proceso de despertar de los sentidos, de atención, de naturalidad, de autenticidad, de paciencia, de desprendimiento, de extinción de la vanidad… y hasta del “yo”. Los maestros de haiku nos enseñan que el poeta debe eliminarse de su poesía para que sus versos capten la esencia dinámica de la realidad.

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