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domingo, 4 de agosto de 2024

Monotonía (Izumi Shikibu)

Llovía sin parar y el tiempo discurría monótono. Con mirada fija en la lluvia, el corazón de la dama latía inquieto por su inestable relación con el príncipe. «¡Había muchos hombres que se interesaban por mí en otros tiempos!», se lamentaba, «pero ahora ninguno de ellos me importa. Solo Su Alteza. ¡Ay, corren tantos rumores!"» Recordó el poema que dice:

Ir a algún sitio
y poder esconderse,
¡cómo lo ansío!
Pero en sociedad vivo
a merced de un cruel amante.

Con estos pensamientos en la cabeza, transcurría el tiempo.
Un día llegó una carta del príncipe. «¿Cómo te encuentras en medio de la monotonía de estos días lluviosos?», le preguntaba en ella. Se incluía un poema que decía así:

Podrás pensar
que normal es que llueva
en la estación.
Mas son mis ojos los que
por tu amor hacen llover.

La dama, al leer estos versos, se sintió feliz por que el príncipe no hubiera dejado pasar la estación de las lluvias sin mandarle un saludo enamorado. Su carta había llegado cuando más sumida se hallaba en cavilaciones amorosas. Le respondió con este otro poema:

¡Qué ignorante
no saber que vuestras lágrimas
son por este amor secreto!
Creía que era lluvia
piadosa con mi dolor.



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El diario de la dama Izumi
Izumi Shikibu (Provincia de Echizen, 
976 - Provincia de Tango, Japón, 1030)

Satori Ediciones, 2017

Porque estamos ante una exquisita historia de amor de los pies a la cabeza, un diario poético impregnado de ese envolvente aroma de suave melancolía tan característico de la época. Y de final brusco y sorprendente.
Aumenta la talla de la obra el hecho de que, si la atribución a la dama Izumi Shikibu es cierta, leyendo sus páginas oímos susurrar a la mejor voz poética de su tiempo y para muchos, a la más excelsa que ha dado la literatura de Japón.
La literatura de Heian más apreciada hoy, dentro y fuera de Japón, es un hermoso tronco que nace no sabemos cuándo, que crece en el siglo IX y que en el siglo siguiente se abre en tres poderosas ramas: relatos en prosa (monogatari), diarios (nikki) y colecciones poéticas (shu). Pero son de contornos a menudo borrosos y enmarañados, como los de esos árboles de notable frondosidad cuyas ramificaciones no resulta fácil distinguir contempladas por la noche a la débil luz de las estrellas.
[Prólogo de Carlos Rubio]

miércoles, 10 de enero de 2024

Destierro (Silvia Mistral)

12 de junio
Brilla el sol sobre el río. Unas mujeres, junto a una casita blanca, lavan la ropa con brío. Han embarcado todos los refugiados por orden alfabético. Se anuncia una salida. Unos agentes, somnolientos, pasean a lo largo del espigón. Son la última visión del «allez, allez», la última estampa del militarismo francés. Vuela el pensamiento hacia los que quedan encerrados en la arena inhóspita de las playas de los Pirineos Orientales. El único representante que nos despide, en esta mañana cubierta por una neblina de fin de primavera, que el sol deshace con sus rayos dorados, es Fernando Gamboa. Los demás han regresado, por la noche, a Burdeos y no han regresado, todavía, en el momento de la partida.
Voces portuarias se escuchan entre las cuerdas y las máquinas. Se eleva el ancla, con estrépito, y la sirena del buque entona su preludio de despedida. Los rechazados se agrupan en el muelle con los nervios tensos y los ojos llenos de lágrimas.
Cuando el Ipanema se aleja del espigón, unos y otros lanzan tres gritos:
— ¡Viva México! ¡Viva Cárdenas! ¡Viva la República!
Nadie da un hurra a Francia.
Cuando el barco abandona el lecho del Gironda para adentrarse en el golfo de Vizcaya, pienso qué absurdas e inesperadas situaciones conducen al viaje —invitación al destierro— lanzándonos lejos de la tierra nativa. Bien decía Goethe que «nunca se va más lejos que cuando no se sabe a dónde se va».

Destierro (Silvia Mistral)

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Éxodo
Silvia Mistral (La Habana, 1 de diciembre de 1914 - Ciudad de México, 26 de julio de 2004)

Icaria Editorial, 2009

Nada más llegar a México, Silvia Mistral (adoptó ese seudónimo en homenaje al poeta francés Frédéric Mistral) se establece en Ciudad de México junto a su compañero, el dirigente ácrata Ricardo Mestre, un alma inquieta que no pierde el tiempo y funda enseguida una editorial, Minerva. Mestre había sido durante la guerra director del diario Catalunya, comisario cultural y miembro del comité de Defensa de la CNT. El primer libro que publicará Ediciones Minerva será Éxodo, con prólogo de León Felipe, una prestigiosa voz (acababa de publicar «Español del éxodo y del llanto») que le otorgó un sello de calidad a la obra de Mistral. Previamente, el diario de Mistral se había publicado por entregas en el semanario mexicano Hoy. La escritora reelaboró luego el texto —en el que se combina el dietario y la crónica urgente de un desarraigo colectivo— para introducir referencias literarias y políticas. La portada es obra de otro transterrado de la primera hora, el artista sevillano Francisco Carmona.  Pese a su calidad literaria y su valor testimonial, Éxodo pasará sin pena ni gloria por el mundo editorial mexicano. Apenas se vendieron unos pocos libros de los 3.000 ejemplares editados. La precaria edición realizada por Mestre jugó en su contra. Pero sin duda la doble condición de mujer y exiliada poco conocida también le pasó factura a Mistral. La autora achacaría también más tarde la escasa repercusión de la obra a motivos políticos, como recordaba en una carta enviada a la escritora Anna Caballé en 1996: “Fuera por la modestia de la edición hecha por mi esposo o por otros factores como el hecho de estar los suplementos culturales en manos de los comunistas y yo haber incluido en el relato los interrogatorios del representante mexicano en Burdeos, no tuvo (la obra) mucha difusión”. La reedición del libro tendría que esperar 70 años hasta que la editorial Icaria lo diera a conocer en España en 2009 bajo la edición crítica del catedrático José Colmeiro.
[César G. Calero. ctxt.es]

domingo, 3 de enero de 2021

Experiencia (Yoshida Kenkō)

Al ponerme a pensar en el tiempo que pasé amando a alguien que desapareció como las flores del cerezo que caen y se dispersan aún antes de que sople el viento de la tempestad, reviven en mi memoria, sílaba a sílaba, todas sus palabras, que no puedo olvidar. Y al comprender que, como pasa en estos casos, ella se va alejando cada vez más de mi mundo, me traspasa un dolor más terrible aún que el que nos ocasiona la muerte. Ya en tiempos antiguos hubo quien sufría porque un hilo blanco se podía teñir de muchos colores y porque los caminos tenían encrucijadas que los separaban.
Entre los cien poemas del emperador retirado Horikawa, hay uno que dice:

Desolada ha quedado
la cerca que rodea
la casa de mi amante.
Olvidada florece, entre las hierbas,
una violeta.

Es un poema muy triste. Sin duda describe una experiencia real.
 
Experiencia (Yoshida Kenkō)



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Pensamientos al vuelo
Yoshida Kenkō ( Kioto (Japón), 1283 - 1350)

Yoshida Kenkō nació en el año 1283 y era hijo de un alto funcionario del Gobierno. Tal como se esperaba de él, se convirtió en un hombre importante y poderoso dentro del Palacio Imperial. Pero entonces ocurrió algo. Nadie sabe qué fue. Tal vez una decepción amorosa, tal vez una desavenencia política, tal vez una súbita visión que lo cambió todo. Decidió alejarse de la corte y hacerse con una cabaña en los bosques. Y comenzó a escribir, sin mayores pretensiones, sin plan alguno, lo que se le ocurría, lo que recordaba, lo que veía cuando paseaba por las montañas o cuando regresaba por unos días a la ciudad y reencontraba el ajetreo de sus calles. Cada idea la fijaba en un papel y, a su vez, cada papel lo fijaba en un muro de su cabaña. Así hasta los 243 textos que conforman este libro y componen no sólo un volumen luminoso y apasionante, sino uno de los ensayos más importantes de la historia de la literatura, auténtica semilla de un género plantada hace ocho siglos.

domingo, 4 de agosto de 2019

Inefable (Jhumpa Lahiri)

¿Por qué escribo? Para indagar el misterio de la existencia, para tolerarme a mí misma, para acercar todo lo que se encuentra fuera de mí.
Si quiero entender lo que me afecta, lo que me confunde, lo que me angustia, en suma, todo lo que me hace reaccionar, tengo que ponerlo en palabras: la escritura es la única manera de absorber y ordenar la vida, de otra forma sería presa de la consternación, me alteraría en grado sumo.
Lo que me sucede sin que luego lo ponga en palabras, sin que lo transforme y, en cierto sentido, lo purifique con el crisol de la escritura, no significa nada para mí. Sólo las palabras que duran me parecen reales; tienen un poder, un valor superior a nosotros.
Considerando que intento descifrarlo todo a través de la escritura, quizá escribir en italiano sea simplemente mi manera de aprender la lengua de la forma más profunda, más estimulante.
Desde jovencita pertenezco únicamente a mis palabras. No tengo un país ni un cultura precisos: si no escribiera, si no trabajara las palabras, no me sentiría presente en la Tierra.
¿Qué significa una palabra? ¿Y una vida? Me parece que, al final, son lo mismo. Así como una palabra puede tener muchas dimensiones, muchos matices, una gran complejidad, lo mismo ocurre con una persona o una vida: la lengua es el espejo, la metáfora principal. Porque en el fondo el significado de una palabra, como el de una persona, es algo desmesurado, inefable.

Inefable (Jhumpa Lahiri)

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En otras palabras
Jhumpa Lahiri (Londres,  11 de julio de 1967)

Ediciones Salamandra, 2019


“Lahiri escribió “En otras palabras” en italiano, y rechazó, sabiamente, pienso, traducir su propio trabajo debido a que deseaba mantener la disciplina que le ha capacitado para escribir exclusivamente en italiano en los años recientes. A medida que profundiza su inmersión en el italiano, Lahiri teme perder sus anclajes con la literatura inglesa y se pregunta si su obsesión con el italiano será considerada una “calle ciega o, cuando mucho una ‘distracción agradable’”. Pero su mudanza a Italia se presintió por mucho tiempo. El nuevo lenguaje la liberó de lo que ella describe como el choque entre el bengalí de sus padres indios y el inglés que ella aprendió luego que su familia emigrara a Estados Unidos y a su hogar de la niñez en Rhode Island. Mientras ella conocía más el inglés, se alejaba más de sus orígenes étnicos, y aun así ella se enamoró del inglés como lo haría con el italiano, eventualmente se convirtió en una escritora lanzada a la celebridad instantánea cuando su primera colección de historias, “Intérprete de emociones” (1999), ganó el Pulitzer. Con la fama repentina, escribe Lahiri, vino la pérdida del precioso regalo que la escritura siempre le había traído: un sentido de invisibilidad, inaccesibilidad, como Virginia Woolf podría haberlo dicho, una habitación solo para ella. Italia le ofreció a Lahiri mas que soledad; también le dio una nueva vena expresiva.
Joseph Luzzi   [http://atmosferadeatardecermaizal.blogspot.com ]

domingo, 28 de octubre de 2018

Terrenal (Natalia Ginzburg)

Nuestra felicidad o infelicidad personal, nuestra condición terrenal tiene una gran importancia en relación con lo que escribimos. He dicho antes que, en el momento en que uno escribe, se siente milagrosamente impulsado a ignorar las circunstancias presentes de su propia vida. Sin duda es así. Pero ser felices o infelices nos lleva a escribir de un modo u otro. Cuando somos felices, nuestra fantasía tiene más fuerza; cuando somos infelices, nuestra memoria actúa entonces con más brío. El sufrimiento hace que la fantasía se vuelva débil y perezosa; funciona, pero con desgana y languidez, con los movimientos débiles de los enfermos, con el cansancio y la cautela de los miembros doloridos y febriles; nos cuesta apartar la vista de nuestra vida y de nuestra alma, de la sed y de la inquietud que nos embarga. En las cosas que escribimos afloran entonces, continuamente, recuerdos de nuestro pasado, nuestra propia voz resuena de continuo y no conseguimos imponerle el silencio. Entre nosotros y los personajes que inventamos entonces, que nuestra fantasía languideciente consigue, no obstante, inventar, nace una relación particular, tierna y como materna, una relación cálida y húmeda de lágrimas, de una intimidad carnal y asfixiante. Tenemos raíces profundas y dolientes en cada ser y en cada cosa del mundo, del mundo que se ha poblado de ecos, de estremecimientos y sombras, y una piedad devota y apasionada nos une a ellas. Nos arriesgamos entonces a naufragar en un lago oscuro de agua muerta y estancada, y arrastrar con nosotros las criaturas de nuestro pensamiento, dejarlas perecer con nosotros en el remolino tibio y oscuro, entre ratas muertas y flores putrefactas. Hay un peligro en el dolor, así como hay un peligro en la felicidad, respecto a las cosas que escribimos. Porque la belleza poética es un conjunto de crueldad, de soberbia, de ironía, de ternura carnal, de fantasía y de memoria, de claridad y de oscuridad, y si no conseguimos obtener todo esto junto, nuestro resultado es pobre, precario y escasamente vital.
Ahora bien, cuidado: no es que uno pueda esperar consolarse de su tristeza escribiendo. Uno no puede abrigar la ilusión de que el propio oficio lo acaricie y lo acune. En mi vida hubo domingos interminables, desolados y desiertos, en los que deseaba ardientemente escribir algo para consolarme de la soledad y el aburrimiento, para ser acariciada y acunada por frases y palabras. Pero no hubo manera de que me saliera una sola línea. En estos casos, mi oficio siempre me rechazó, no quiso saber nada de mí. No es una compañía. Este oficio es un amo, un amo capaz de azotarnos hasta hacernos sangrar, un amo que grita y condena. Nosotros debemos tragar saliva y lágrimas, apretar los dientes, secar la sangre de nuestras heridas y servirlo. Servirlo cuando él nos lo pide. Entonces, nos ayuda también a mantenernos en pie, a tener los pies bien asentados sobre la tierra, nos ayuda a vencer la locura y el delirio, la desesperación y la fiebre. Pero quiere ser él quien manda y se niega siempre a prestarnos atención cuando lo necesitamos.

Terrenal (Natalia Ginzburg)

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Mi oficio
Las pequeñas virtudes
Natalia Ginzburg (Palermo, 14 de julio de 1916 — Roma, 7 de octubre de 1991)


“Mi oficio es escribir, y lo sé muy bien y desde hace mucho tiempo”, con esta frase redonda comienza Natalia Ginzburg el ensayo que dedica, en Las pequeñas virtudes, a la tarea o arte de escribir, sin duda el auténtico hilo de Ariadna de una existencia vivida con intensidad e infinito desgarro.
Como señaló Carmen Martín Gaite, para Ginzburg “la elevación de lo particular y cotidiano a categoría filosófica tiene lugar con una frescura y naturalidad que logran llegar hasta lo más abstracto, sin desprenderse nunca del hilo concreto de su experiencia como mujer dotada de una capacidad de observación poco común”. Los ensayos de Natalia Ginzburg mantienen dichas virtudes, al hablar de las pequeñas y grandes cosas de los hombres: de unos zapatos rotos en los tiempos de miseria y guerra, de su querido Cesare Pavese, con quien compartió esperanza y trabajo en aquella primera Einaudi, del silencio, de la necesidad de educar a los hijos en la virtud de la magnanimidad.
Álvaro de la Rica [El cultural. Libros]

domingo, 24 de junio de 2018

Confianza (Victoria Kent)

La seguridad en la mano del hermano reduce las cosas a sus justas proporciones. Seguridad... Plácido quiso sonreír: su gesto fue de amargura. Hoy no tenemos seguridad en nada y ése es el problema más grave que tiene planteado el mundo: cómo recobrar la confianza, cómo hacer florecer la confianza un día. La confianza en los otros es la mitad de nuestra vida, la confianza en los otros es la otra parte de nuestra libertad. Nuestra libertad no nos pertenece, nuestra libertad está en los otros. Sí, eso está claro; la libertad no es el libre decir, el libre pensar, el libre sentir; la libertad va con nosotros como semilla que ha de germinar: nuestra libertad es la posibilidad de la acción.
Dejemos al hombre libre en un medio hostil, situemos al hombre libre en una ambiente de desconfianza y este hombre no podrá decir libremente, obrar libremente, vivir libremente. A este hombre le falta la confianza en otros y esta falta de confianza diseca su libertad y le hace prisionero de sí mismo sin que ninguna fuerza material le haya limitado su decir o su obrar. De ahí viene ese estado de inseguridad en los momentos graves en que la delación tiene buen curso, es estos momentos en que el compañero puede ser el enemigo, en que el delator puede estar a nuestro lado; en ese ambiente, nuestra proyección hacia el exterior no puede ser libre porque no puede ser confiante, y el fuerte y el débil acusan, con signos contrarios, el mismo mal: el fuerte persigue, encarcela y mata; el débil huye.
Yo era un hombre libre que todavía tenía confianza en los demás, sin darme cuenta de que los demás no la tenían ya en mí. Comenzaba la caza del hombre, para la que no tengo ni aptitud ni preparación.
Mi reclusión se imponía: mi libertad está en mi reclusión.
El gusano ya no roe. Mi libertad puede estar mermada, pero sana; ha florecido en mí sin limitaciones. Soy dueño de mi alma, soy dueño del universo.
Mi pensamiento puede mecerse cada noche en una estrella... 

Confianza (Victoria Kent)













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Cuatro años en París. 1940-1944
Victoria Kent (
Málaga, 7 de marzo de 1898-Nueva York, 26 de septiembre de 1987)

Cuatro años en París. 1940-1944 narra los años que Victoria Kent pasó en la capital francesa durante la ocupación nazi, oculta en un pequeño apartamento y perseguida por la Gestapo y la policía franquista. Libro de lectura apasionante, contiene ingredientes propios de una novela de intriga que atrapan al lector, en la línea de obras como El diario de Ana Frank o El pianista del gueto de Varsovia de Wladyslaw Szpilman, proporcionando una fiel descripción de aquellos años turbulentos. Pero el libro es, al mismo tiempo, un lúcido ensayo, una reflexión sobre la vida, el poder y la libertad que alcanza cotas de extraordinaria inteligencia y lirismo, y un documento histórico de primera línea, testimonio único de la lucha de una mujer de valor e inteligencia excepcionales.

martes, 20 de febrero de 2018

Ruido (Erling Kagge)

Desde luego, no fui yo el primero al que se le ocurrió esa idea. El filósofo y teórico del aburrimiento Blaise Pascal la formuló ya en el siglo XVII: "Cuanto de malo les sucede a los hombres procede de una única cosa, a saber, no ser capaces de quedarse quietos en una habitación". Es decir, la desazón de estar solo, con la boca cerrada y limitarse a percibir que el mundo no llegó con el televisor en los años cincuenta ni con internet en los noventa, ni ahora con los móviles inteligentes, sino que existía ya en la época de Pascal.
El que siempre haya nuevas posibilidades de pensar en otra cosa (en forma de series de televisión, dispositivos de lectura, teléfonos y juegos) es, más que la causa, una consecuencia de las necesidades con las que hemos sido creados. Ese desasosiego habita dentro de nosotros desde siempre, es el estado natural.
El presente nos atormenta, escribió Pascal. Reaccionamos buscando constantemente nuevas tareas que atraigan nuestra atención más allá de nosotros mismos.
Desde luego, la probabilidad de que nos importunen ha aumentado drásticamente en lo que llevamos de siglo, y la tendencia continúa en la misma dirección. Vivimos en "la era del ruido". El silencio está bajo presión.
Steve Jobs, fundador de Apple, advirtió no sólo las ventajas de la tecnología que estaba ayudando a crear, sino también los peligros. Jobs actuó en consecuencia e impuso a sus hijos un acceso limitado a los productos de Apple. Yo me fío más del padre de familia Steve Jobs que del visionario del marketing del mismo nombre.
Según un estudio muy citado, los seres humanos tenemos menos capacidad de concentración que los peces de colores. Los hombres perdemos hoy la concentración al cabo de ocho segundos -en el año 2000 eran doce-, mientras que en los peces de colores el promedio es de nueve segundos. Y los peces de colores se encuentran, como sabemos, muy abajo en la cadena trófica.

Ruido (Erling Kagge)

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El silencio en la era del ruido
Erling Kagge (
Oslo (Noruega), 15 de enero de 1963)

Erling Kagge es el primer explorador de la historia que alcanzó los "tres polos" de la Tierra: el Norte, el Sur y la cima del monte Everest.
Pero asegura que eso, realizado a principios de los 90, ni se compara con su mayor hazaña: haber descubierto en medio de la "nada blanca" de la Antártida, durante una solitaria caminata de 50 días, el poder transformador del silencio.
Kagge no se refiere a la ausencia de ruido acústico, sino a algo más esencial y profundo. Explora, a partir de su experiencia personal y de las ideas de filósofos, escritores y artistas clásicos y modernos, la importancia de aislarse del mundo. Porque silencio no significa necesariamente ausencia de ruido, sino que es un recurso al alcance de cualquiera y en cualquier lugar: en medio del desierto, pero también en la ducha o en la pista de baile, es posible experimentar la quietud perfecta. Y esta permite el autoconvencimiento y la admiración ante el mundo.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Muerte (Simone de Beauvoir)

Sucede, muy raramente, que el amor, la amistad o la camaradería pueden vencer la soledad de la muerte; a pesar de las apariencias, aún cuando yo cogía la mano a mamá, no estaba con ella: le mentía. Porque siempre fue mistificada, esa suprema mistificación me resultaba odiosa. Me hacía cómplice del destino que me violentaba. Sin embargo, en cada célula de mi cuerpo, yo me unía a su rechazo y a su rebelión: también por eso su derrota me derrumbó. Aunque estuve ausente en el momento en que expiró  -aunque en tres ocasiones asistí a los últimos momentos de un moribundo- al pie de su cabecera fue donde vi a la Muerte de las danzas macabras, la Muerte de los cuentos de sobremesa, que llama a la puerta con una guadaña en la mano, la Muerte que viene de lejos, extranjera e inhumana: tenía el mismo rostro de mamá cuando descubría su mandíbula en su amplía sonrisa de ignorancia.
"Ya tiene edad de morir" Tristeza y exilio de los ancianos: la mayoría ni piensa que han llegado a esa edad. Y yo también, aun refiriéndome a mi madre, he utilizado esa fórmula. No comprendía que se pudiera llorar con sinceridad a un pariente, a un abuelo de setenta años. Si encontraba una mujer de cincuenta años postrada porque acababa de perder a su madre, la consideraba una neurótica: todos somos mortales; a los ochenta años se es suficientemente viejo para convertirse en muerto...
Pero no. No se muere de haber nacido, ni de haber vivido, ni de vejez. Se muere de "algo". Saber que mi madre, por su edad, estaba condenada a un fin próximo no atenúo la sorpresa: tenía un sarcoma. Un cáncer, una embolia, una congestión pulmonar: es algo brutal e imprevisto como un motor que se detiene en el aire. Mi madre alentaba al optimismo cuando, impedida y moribunda, afirmaba el valor infinito de cada instante. Asimismo, su vano encarnizamiento desgarraba el velo tranquilizador de la superficialidad cotidiana. No existe muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia cuestiona al mundo. Todos los hombres son mortales: pero para todos los hombres la muerte es un accidente y, aunque la conozca y la acepte, es un violencia indebida.

Muerte (Simone de Beauvoir)












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Una muerte muy dulce
Simone de Beauvoir (París, 9 de enero de 1908 - ibidem, 14 de abril de 1986)

 
La muerte es una presencia constante en los escritos autobiográficos, los ensayos y las novelas de Simone de Beauvoir, una temática que invade sigilosamente el texto, a veces tras la figura de otros tópicos cercanos como la vejez o la nada. Tal como afirma en La fuerza de las cosas, la muerte es la “aventura brutal” que desde siempre la persigue en el sueño. Es el mayor límite en la existencia de la persona porque pone en juego la dualidad del Ser y la Nada. La muerte es el único accidente por el cual el para-sí se transforma en el en-sí, por lo tanto es el único que no podemos “asumir” libremente. En Una muerte muy dulce (1964), se describen las seis semanas de enfermedad y agonía previas a la muerte de la madre de Simone, Françoise de Beauvoir. Ese breve lapso temporal le ofrece a la autora la posibilidad de indagar sobre las coincidencias, paradojas y contradicciones del vínculo que mantiene con su madre.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Enemigo (Rosa Luxemburg)

Me figuro que, ante el mar, el sentimiento que se debe experimentar más profundamente debe ser el de la propia nada, quiero decir frente a eso que la mar tiene de eterno, de inmutable, de maravillosa indiferencia. He experimentado esta sensación cuando vi la catarata del Rin en Suiza y su perpetuo tumulto, que no cesa un segundo, durante el día y la noche, más allá de los siglos; me llenaba con un sentimiento de angustia y anonadamiento. Volví a casa completamente destrozada, y en la actualidad todavía, cada vez que paso por delante, y veo por la ventana del tren ese terrible espectáculo, esa espuma que salta, ese abismo blanco de agua hirviente y cuando oigo ese tumulto ensordecedor, mi corazón se estremece y algo en mí me dice: "He ahí el enemigo". ¿Os asombráis? Evidentemente, es el enemigo de la vanidad humana que se cree que es alguien y de pronto se convierte en nada. Tal es también, por otra parte, el efecto de una concepción que de todo dice, como Ben Akiba: "Siempre ha sido así", "Ya irá bien solo", etcétera; y donde el hombre, con su querer, poder y saber, parece completamente superfluo... Por esta razón, odio esta filosofía, mi querido Carlomagno, y me mantengo en la idea de que más bien habría que arrojarse a la catarata del Rin y perecer en ella como una cáscara de nuez, en lugar de sacar la cabeza y dejar mugir el agua como mugía en tiempo de nuestros antepasados y como mugirá después de nosotros. Querida Lulú, los resedas y los claveles están todavía florecidos y huelen "tan bien como el primer día".
Os saludo cordialmente a todos, sin olvidar los niños y la Muchacha de las ocas.
Vuestra Rosa.


Enemigo (Rosa Luxemburg)

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Cartas a Karl y Luise Kautsky
Rosa Luxemburg (
Zamość (Polonia), 5 de marzo de 1871 - Berlín (Alemania), 15 de enero de 1919)

Galba edicions, 1975
 
Rosa Luxemburg entró en la vida de los Kaustky, tras su difícil instalación en Berlín, en 1898, cuando los cuadros de la socialdemocracia recibieron con una extrema desconfianza a esta extranjera, de la que sólo se conocían algunos polémicos artículos y unas intervenciones, más polémicas todavía, en los congresos. La amistad con los Kautsky surgía en el momento oportuno. La lectura de estas cartas a Karl, y en especial a Luise, nos informan sobre los periodos cruciales de su vida y su acción. Para quien desee conocer su personalidad más allá de sus escritos doctrinales y comprender no sólo los incidentes de su biografía sino también el profundo sentido de su carácter, estas cartas se convierten en un documento indispensable...

lunes, 24 de julio de 2017

Documento (Henry Miller)

Cuando escribo estas líneas, Anaïs Nin ha iniciado el quincuagésimo volumen de su Diario, la crónica de una lucha de veinte años en procura de la propia realización. Es todavía una mujer joven y ha hallado tiempo, en medio de una vida de intensa actividad, para producir una monumental confesión que cuando llegue al mundo ocupará su lugar al lado de las revelaciones de San Agustín, Petronio, Rousseau, Proust y otros.
De los veinte años registrados, la mitad fueron vividos en Estados Unidos, y la mitad en Europa. El Diario abunda en viajes; en realidad, como la vida misma, puede considerárselo nada más que un viaje. El Diario no es un viaje hacia el centro de la sombra, en el severo sentido que Conrad atribuía al destino, ni un voyage au bout de la nuit,  como en el caso de Céline, ni siquiera un viaje a la Luna en el sentido psicológico de una fuga. Se asemeja mucho a una excursión mitológica hacia la fuente y el origen de la vida... casi diría un viaje astrológico de metamorfosis.
Casi es innecesario subrayar la importancia de esta obra en nuestro tiempo. A medida que nuestra Era toca a su fin, adquirimos mayor conciencia del tremendo significado del documento humano. Nuestra literatura, incapaz ya de expresarse mediante formas moribundas, se ha convertido en un género casi exclusivamente biográfico. El artista se retira detrás de las formas muertas para redescubrir en sí mismo la fuente eterna de la creación. Nuestra época, intensamente productiva, y a pesar de ello desprovista de vitalidad y capacidad creadora, está obsesionada por el anhelo vehemente de investigar los misterios de la personalidad. Nos volvemos instintivamente hacia los documentos -fragmentos, notas, autobiografías, diarios- que calman nuestro apetito de más vida porque, al evitar la tortuosa expresión del arte, parecerían ponernos directamente en contacto con lo que buscamos. Digo "parecerían" porque, contra lo que nos imaginamos, no existen atajos, y porque la expresión más directa, la más permanente y la más eficaz es siempre la del arte.

Documento (Henry Miller)

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El ojo cosmológico
Henry Miller
(
Nueva York, 26 de diciembre de 1891 -  Los Ángeles, 7 de junio de 1980)

Editorial Siglo Veinte
, 1976
 
Estos ensayos nos permiten acercarnos a la visión de Miller sobre el mundo cultural en el que se encontraba sumergido. Rodeado por intelectuales de la época es inevitable su influencia. En estos escritos encontramos severas y profundas críticas cinematográficas, alusiones a Buñuel, Dalí, Lawrence, creando casi un código de lo intelectual de la época.
Contiene también relatos inspirados por Anaïs Nin, quien fue mucho más que su amante durante un largo tiempo, ya sea verbalizando una de sus fantasías o aludiendo a sus diarios personales.
Finalmente, sobre el final de la obra escribe una nota autobiográfica donde se describe como un autor que, cuando escribe, su objetivo es establecer una realidad mayor. No se piensa como realista ni naturalista, sino en favor de la vida, la cual en literatura sólo puede ser alcanzada, según él, mediante el empleo del sueño y del símbolo.
En pocas palabras, se describe como un escritor metafísico que utiliza el drama y el incidente como sólo un recurso para plantear algo más profundo.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Atmósfera (Anaïs Nin)

Por qué escribimos es una pregunta que puedo responder con facilidad, ya que me lo he preguntado a mí misma muchas veces. Creo que uno escribe porque necesita crear un mundo en el que poder vivir. Yo no podía vivir en ninguno de los mundos que se me ofrecían - el mundo de mis padres, el mundo de Henry Miller, el mundo de la guerra, el mundo de la política.
Tuve que crear un mundo mío, como un clima, un país, una atmósfera en la que yo pudiera respirar, reinar y recrear lo que la vida destruía. Esa es, creo yo, la razón de cualquier obra de arte. El artista es el único que sabe que el mundo es una creación subjetiva, que hay que tomar una elección, una selección de elementos. Es una concretización, una encarnación de su mundo interior. Y después espera atraer otros seres, esperar imponer esta visión particular y compartirla con los otros. Incluso si la segunda etapa no se alcanza, el artista, sin embargo, continúa valientemente. Los raros momentos de comunión con el mundo valen la pena, puesto que es un mundo para los otros, una herencia para los otros, un regalo para los otros, en definitiva. Cuando se crea un mundo tolerable para si mismo, se crea un mundo tolerable para los otros.
Escribimos para aumentar nuestra conciencia de la vida, escribimos para atraer y encantar y consolar a otros, escribimos para llevar una serenata a nuestros amantes.
Escribimos para paladear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva. Escribimos, como Proust, para que todo sea eterno y para persuadirnos a nosotros mismos que lo es. Escribimos para poder trascender nuestra vida, para llegar más allá de ella. Escribimos para aprender a hablar con los otros, para registrar el viaje a través del laberinto, escribimos para ensanchar nuestro mundo cuando nos sentimos asfixiados, constreñidos, solos. Escribimos como los pájaros que cantan, como los primitivos realizan sus danzas rituales. Si no respiramos escribiendo o cantamos escribiendo, entonces no escribamos. Porque nuestra cultura no necesita nada de esto. Cuando no escribo siento que mi mundo se encoje. Siento que estoy en la cárcel, que pierdo mi fuego, mi color. Debería ser una necesidad como el mar necesita la marea. Yo lo llamo respiración. 

Atmósfera (Anaïs Nin)

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Diarios
Anaïs Nin (Neuilly-sur-Seine, 21 de febrero de 1903 - Los Ángeles, 14 de enero de 1977)
 

Este es uno de los testimonios mas extraordinarios de la literatura universal. Un diario escrito a lo largo de toda una vida, mas de treinta y cinco mil paginas, que por primera vez nos descubre sin tabues a la mujer moderna, a la Anais Nin que se asoma sin vértigo al siglo XX. Testimonio de una mujer apasionada, autentica, explosiva, el Diario es un impresionante escenario intimo en el que se exhibe desnuda, feliz, sin complejos. Erigida como uno de los iconos de la liberación de la mujer, Anais Nin es recordada sobre todo por haber dado a la luz publica su intimo y a menudo perturbador Diario, en el que desnudó su alma de una forma que fue considerada por sus coetáneos revolucionaria y escandalosa a partes iguales y que hoy sorprende no tanto por su impudor sexual, sino por ser una incontestable muestra de alta literatura.

lunes, 31 de octubre de 2016

Color (Fatema Mernissi)

La puerta de nuestra casa era hubud, una frontera bien definida, porque hacía falta permiso para entrar y para salir. Había que justificar cada movimiento e incluso acercarse a la puerta era todo un trámite. Si una iba desde el patio, primero tenía que pasar por un corredor interminable y luego había de vérselas con Ahmed, el portero, que solía estar sentado en su regio diván, siempre con la bandeja té al lado para invitar a quien fuera. Como el derecho de paso suponía invariablemente un proceso de negociación bastante complejo, invitaba a quien quisiera salir a sentarse junto a él en su imponente diván o frente a él, debidamente relajado en su fauteuil de France, una especie de butaca dura y sin tapizar que él mismo había elegido en una inusual visita al joutya, el mercadillo de segunda mano. Ahmed solía tener al menor de sus cinco hijos en brazos, porque cuidaba de ellos cuando su esposa Luza iba a trabajar. Luza era una cocinera excelente y aceptaba trabajos ocasionales fuera de nuestra casa cuando le pagaban bien.
La entrada de nuestra casa era una gigantesca arcada de piedra con descomunales puertas de madera tallada. Separaba el harén de las mujeres de cuanto varón extraño se paseara por las calles. (El honor y el prestigio de mi tío y de mi padre dependían de aquella separación, nos decían). Los niños podían salir siempre que los padres les diesen permiso, pero las mujeres adultas no.
-Despertaría al amanecer -decía mi madre-, si pudiera salir a pasear por la mañana temprano, cuando las calles están desiertas. A esa hora la luz debe de ser azul, o quizá rosada, como la del crepúsculo. ¿De qué color será la mañana en las calles desiertas y silenciosas?

Color (Fatema Mernissi)

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Sueños en el umbral
Fatema Mernissi (
Fez, 1940 - Rabat, el 30 de noviembre de 2015)
 

Fatema Mernissi desgrana una serie de cuentos sobre la infancia y el despertar de una niña en un harén de Fez, muy alejado del que evoca la imaginería oriental. Nos muestra sus mujeres, con sus fantasías y sueños, incluido el «sueño en el umbral», el mundo masculino que se extiende más allá de esos muros.
Esta mágica recreación de un mundo extinguido, en el que una niña se ve obligada a navegar entre fronteras para salvaguardar su futura integridad de mujer, adquiere universalidad en su exotismo gracias al hilo de plata con el cual la autora teje los innumerables cuentos y anécdotas del patio al que estaba confinada. 

viernes, 20 de marzo de 2015

Cerca (Marga Gil Roësset)

... Como no duermo, me he salido a la ventana ... ya, no es más noche ... qué dulce es el amanecer del día último ... se te adentra en el alma por los ojos ... manos ... boca ... parece que soy yo la que amanezco, azul y nueva ...
... Tan dentro se me ha ido ... mañana ... cuando amanezca ... vida si tú piensas en mí ...
                                          Ay... ¡Juan Ramón!
martes.

Noche última ... que quería
... tanto a tu lado ... y que estoy sola ...
...................................¡sola! ... ...
... no ... estoy contigo ...

Yo así en la vida ... estoy,
... tan inmensamente lejos de ti ... ¡ay!
aunque esté cerca ...
... Pero en la muerte, ya nada me
separa de ti ... solo la muerte
... ... solo la muerte, sola ... y,
es ya ... vida ¡tanto más cerca así
... ... muerte ... cómo te quiero!     


Cerca (Marga Gil Roësset)
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Diario
Marga Gil Roësset (Madrid, 3 de marzo de 1908 - Las Rozas -Madrid-, 28 de julio de 1932)

La hermosa, dramática y conmovedora historia de Marga Gil Roesset y de su amor imposible por Juan Ramón Jiménez ha quedado consignada en una serie de textos y anotaciones entre los que destaca el Diario donde la propia artista reflejo su pasión no correspondida, que la llevo a suicidarse con solo 22 años. El poeta lo guardo en una carpeta junto con otros papeles asociados a su vida y muerte, incluidos varios borradores de un índice con los contenidos que llevaría el libro, inédito hasta ahora, dedicado a su memoria.
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