sábado, 19 de julio de 2025

Persecución (Anna Kavan)

En algún lugar del mundo tengo un enemigo implacable, aunque no conozco su nombre. Tampoco sé qué aspecto tiene. De hecho, si entrara en este mismo instante en mi habitación, mientras estoy escribiendo, seguiría sin reconocerlo. Durante mucho tiempo creí que algún instinto me avisaría si nos encontrásemos cara a cara; pero ya no lo creo así. A lo mejor es un desconocido, pero quizá lo más probable es que sea alguien a quien conozca bastante bien, puede que alguien a quien vea todos los días. Porque si no es una persona de mi círculo más inmediato, ¿cómo es posible que tenga información tan detallada de mis movimientos? Me resulta prácticamente imposible tomar ninguna decisión -incluso sobre un tema tan insignificante como visitar o no a un amigo por la noche- sin que mi enemigo se entere y sin que este tome medidas para asegurarse mi turbación. Y, por supuesto, también está bien informado sobre cuestiones más importantes.
El hecho de no saber absolutamente nada sobre él hace que mi vida sea intolerable, lo que me hace sospechar de todo el mundo por igual. No hay, literalmente, ni una sola alma en la que pueda confiar.
A medida que pasan los días me estoy preocupando cada vez más de este maldito problema; de hecho, se ha convertido en una obsesión para mí. Cada vez que hablo con alguien me descubro escudriñándolo con absoluta atención, buscando cualquier signo que delate al traidor que está decidido a hundirme. No puedo concentrarme en mi trabajo porque siempre estoy debatiendo en mi cabeza la cuestión de la identidad de mi enemigo y el motivo de su odio. ¿Qué he podido hacer para originar semejante e incansable persecución?
...
Hasta que no me haya destruido por completo no se sentirá satisfecho. Es el principio del fin; durante las últimas semanas he recibido innegables indicaciones de que está empezando a interponer falsas acusaciones contra mí a las autoridades. No pasará mucho tiempo hasta que vengan a buscarme. Cuando vengan a por mí será probablemente de noche. No habrá revólveres ni esposas; todo transcurrirá de forma tranquila y ordenada, con dos o tres hombres de uniforme o con chaquetas blancas, y uno de ellos llevará una aguja hipodérmica. Así ocurrirá conmigo. Sé que estoy condenada y no voy a luchar contra mi destino. Sé que estoy escribiéndolo para que, cuando no me veas más, sepas que el enemigo, finalmente, ha triunfado.
 
 

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El descenso
Anna Kavan (Cannes, Francia, 10 de abril de 1901 - Londres, Reino Unido, 5 de diciembre de 1968)

Anna Kavan nació en 1901, en Cannes, Francia, con el nombre de Helen Emily Woods. Hija única de un matrimonio adinerado, creció viajando entre Europa y Estados Unidos hasta el suicidio de su padre, que la marcó profundamente; fue el primer hecho fatídico de una vida plagada de sufrimiento y asediada por la depresión y las adicciones. Su madre se negó a que estudiara en Oxford, tal y como ella le pedía, y la forzó a casarse con Donald Ferguson, quien había sido su propio amante. Este infeliz matrimonio quedó retratado en su novela Let me alone (1930). Kavan se casó y se divorció dos veces, perdió a su hijo en la Segunda Guerra Mundial, trató de suicidarse en tres ocasiones y pasó largas temporadas encerrada en hospitales psiquiátricos de Suiza e Inglaterra, de los que sacó el doloroso material con el que escribió los relatos que componen El descenso (Navona, 2019). Este fue el primer libro que firmó como Anna Kavan (seudónimo que acabaría asumiendo legalmente); en él aparece por primera vez la atmósfera opresiva y la paranoica figura del perseguidor que llevará a su culminación en Hielo (1967), considerada su obra maestra y con la que obtuvo popularidad a sus sesenta y seis años. El año siguiente a la publicación de hielo, Anna Kavan murió sola en su casa de un ataque de corazón. Según la policía, en aquella casa había «suficiente heroína para matar a toda la calle».
[TrotaLibros] 

miércoles, 11 de junio de 2025

Fácil (José Corredor-Matheos)

Qué fácil escribir 
entrada ya la noche,
cuando estás agotado
y a la mano le cuesta
trazar sobre el papel
una letra tras otra.
Cómo vibra la noche,
expectante,
como si fuera a abrirse
y se hiciera la luz
dentro de ti.
Tú deseas entonces
que el alba tarde aún
o que no llegue nunca.


 

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Al borde
José Corredor-Matheos (Alcázar de San Juan, Ciudad Real, 14 de julio de 1929)

Tusquets Editores, 2022

Fiel a una tradición de poesía desnuda y esencial, Corredor-Matheos nos entrega su libro culminante. Desde la sabiduría de la edad, sus versos plantean con una lucidez luminosa las paradojas de la vida y su comprensión. Los árboles y los pájaros, el asombro de estar vivo, la contemplación y la soledad, la plenitud y la aceptación de la nada… Cada poema, enuncia con poco una honda reflexión, como el que da título al libro: “Estás al borde, al borde, / y no sabes de qué. / Te parece, de pronto, /verlo todo, / saber que tú eres nada. / Acaso siendo todo.”

sábado, 17 de mayo de 2025

Ciudad (E. M. Forster)

Conclusión 

Desde el bombardeo de 1882 la ciudad ha conocido otros sinsabores, pero no voy a describirlos aquí. Tampoco intentaré hacer ninguna peroración, por la sencilla razón de que Alejandría sigue viva y va cambiando incluso mientras uno trata de resumirla. Desde el punto de vista político, su relación actual con el resto de Egipto es más íntima que nunca, pero los elementos extranjeros de antaño permanecen en ella y es al más antiguo de ellos, el griego, a quien debe la cultura moderna que se encuentra en la ciudad. Su futuro es incierto, al igual que el de otras grandes ciudades comerciales. Exceptuando el caso de los Jardines Públicos y el del Museo, el municipio apenas ha estado a la altura de sus responsabilidades históricas. La Biblioteca sufre de escasez de fondos, de la Galería de Arte es mejor no hablar, y los vínculos con el pasado se han roto de manera brutal: por ejemplo, se ha alterado el nombre de la Rue Rosette y el exquisito Bazar Cubierto, cerca de la Rue de France, ha sido destruido. La prosperidad material basada en el algodón, las cebollas y los huevos parece asegurada, pero pocos progresos se observan en otras direcciones y ni el Faro de Sostrato ni los Idilios de Teócrito ni las Enéadas de Plotino cuentan con un probable rival en el futuro. Solo el clima, solo el viento del norte y el mar permanecen tan puros como el día en que Menelao, el primer visitante, desembarcó en Ras-el-Tin, hace de ello tres mil años; y por la noche la constelación llamada «La Cabellera de Berenice» sigue brillado tan intensamente como en el momento en que llamó la atención del astrónomo Conón.

El dios abandona a Antonio

Cuando de pronto a medianoche
se oye pasar un invisible coro
con música exquisita, con voces...
No lamentes que tu fortuna por fin te deje,
que la obra de tu vida haya fracasado, que tus planes hayan resultado ser ilusiones.
Mas como hombre preparado, como hombre valiente,
despídete de ella, de Alejandría, que se marcha.
Sobre todo, no te engañes, no digas que es un sueño,
que tus oídos se equivocaron.
No cedas a estas esperanzas vacías.
Como hombre desde hace tiempo preparado, como hombre valiente,
como hombre que era digno de semejante ciudad,
acércate con paso firme a la ventana,
y escucha con emoción,
mas no las plegarias y quejas del cobarde
(¡Ah, éxtasis supremo!)
escucha las notas, los instrumentos exquisitos del coro místico,
y despídete de ella, de Alejandría, a la que estás perdiendo.

C. P. Kavafis


 

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Alejandría. Historia y Guía.
E. M. Forster (Londres, 1 de enero de 1879 - Coventry, 7 de junio de 1970)

Seix Barral, 1984 

Yo llegué en 1941, veintitrés años después de escribir Forster este libro y ocho años antes de morir Constantin Kavafis, el gran amigo poeta de Forster. Como por arte de magia, no alcancé a detectar ningún cambio. Durante dos años pude pasearme por las páginas de esta guía, utilizándola tan piadosamente como merece que se le utilice y tomando prestados muchos de sus destellos de sabiduría para hinchar con ellos las notas para el libro que yo mismo esperaba escribir algún día. Por lo que pude ver, el único cambio verdadero era la silla vacía en el café favorito del poeta; pero el círculo de amigos permanecía intacto, hombres como Malanos y Petrides, que más adelante escribirían libros sobre su singular amigo. También ellos habían vislumbrado la ciudad fantasma que yacía debajo de la cotidiana. Mas para la mayoría de la gente Alejandría era una ciudad de mala muerte sin otros atractivos que buenas playas para bañarse y numerosos restaurantes franceses. «¡No hay nada que merezca verse!», repetían incesantemente, y también era cierto. La Columna de Pompeyo era una calamidad estética, el antiguo emplazamiento del Faro estaba vedado a los civiles y la tumba de Alejandro había desaparecido bajo un millar de conjeturas. Sin embargo, para muchos de nuestros marineros seguía siendo Eunostos, el «puerto del buen seguro», como lo había sido en tiempos de Homero.

[Prólogo de Lawrence Durrell]

jueves, 10 de abril de 2025

Hora (Novalis)

Entre las muchas horas de alegría
que en la vida he encontrado,
tan solo una me ha quedado fiel;
aquella en la que he descubierto
quien en medio de angustias y dolores
ha muerto por nosotros.

Mi mundo estaba roto.
Como picado por gusanos,
se marchitaban corazón y flores;
todas las posesiones de mi vida,
cada deseo un poco me enterraba,
y aún estuve aquí para el suplicio.

Enfermaba en silencio,
siempre lloraba pidiendo una salida.
Solo permanecía por el miedo y la angustia.
Mas de repente me fue retirada
la piedra de la tumba,
y mi interior abierto.

Nadie pregunte por aquel que vi,
ni por quién iba de su mano.
Eternamente lo veré.
Y de todas las horas de mi vida
quedará abierta solo aquella,
eternamente alegre, igual que mis heridas.  


 

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Canciones espirituales
Novalis
(Georg Philipp Friedrich von Hardenberg)
(Wiederstedt, 2 de mayo de 1772-Weißenfels, 25 de marzo de 1801)

Editorial Renacimiento, 2006

Las Canciones espirituales son una obra peculiar: puede parecer a veces un simple cancionero litúrgigo, otras un poemario apologético, y en sus mejores momentos se nos presenta como el formidable cántico que un curioso místico de la modernidad ha creado en su propia noche oscura.
La historia de su elaboración es también peculiar y confusa. Ludwig Tieck cuenta que Novalis había empezado una serie de «canciones espirituales» que nuestro autor hubiera querido acompañar con una serie de sermones. No podemos hasta qué punto es fidedigna la indicación de Tieck, pero es muy probable que, entre las ideas de Novalis, estuviera la composición de una obra semejante. En cualquier caso, y como ocurre con casi todas las obras de Novalis, las
Canciones no son una obra acabada. Nada en el romanticismo lo es.
[Prólogo de Alejandro Martín Navarro] 

 

viernes, 14 de marzo de 2025

Grámatica (Yasujiro Ozu)

En el caso de la literatura, la gramática es una cuestión fisiológicamente conectada, por así decirlo, con la capacidad de compresión de las personas: si uno se equivoca al conjugar un verbo, la lectura se vuelve más complicada, no se entiende siquiera el tiempo narrativo. Estos aspectos, los llamados fisiológicos, son los que hay que respetar. En el cine, sin embargo, lo que se llama gramática no está en conexión directa con la capacidad de compresión del espectador, sino con los aspectos técnicos de la filmación. A día de hoy, por otra parte, también la mirada del espectador ha madurado: de eso no cabe duda. Cuando voy al cine veo que la gente se ríe abiertamente al contemplar una escena que antes no provocaba la menor risa. Cada vez que estoy ocurre me quedo estupefacto ante una sensibilidad tan articulada. En otras palabras, son los espectadores mismos los que han captado la sensibilidad del cine, la que es privativa de él. Así, cuando un crítico alaba una película porque responde al dictamen de la gramática, los espectadores, con total honestidad, se aburren en las escenas que se atienen con total rigidez a la gramática. Lo que mueve al espectador es la sensibilidad del realizador que logra tocar la fibra de su percepción, y no otras cosas como las reglas de las técnicas de filmación. Tampoco en literatura se dice siempre que un párrafo, perfectamente escrito desde el punto de vista gramatical, sea una pieza soberbia. Lo que cuenta es la sensibilidad expresiva del autor.
Cuando hablo se sensibilidad no me refiero a algo complejo: se trata solo de saber llamar la atención del espectador según su capacidad de percepción. Si esto no se tiene en cuenta sucede lo mismo que cuando nos equivocamos al conjugar un verbo: se produce una confusión y no se consigue transmitir nada.
 

 
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La poética de lo cotidiano
Yasujiro Ozu (Tokio, 12 de diciembre de 1903 - Tokio, 12 de diciembre de 1963)
 
Gallo Nero Ediciones, 2017

Unánimemente considerado como uno de los grandes maestros del cine, Yasujiro Ozu, «el más japonés de los directores japoneses», sigue siendo objeto de culto. Su arte sutil y delicadísimo es literalmente venerado por directores y cinéfilos, y son muchos los que se confiesan herederos de su arte.
Su cine formalmente sobrio, con planos filmados desde el punto de vista que tendría un adulto sentado sobre un tatami, no le impidió retratar mejor que ningún otro cineasta los grandes cambios que sufrió la sociedad japonesa tras la Segunda Guerra Mundial.
La búsqueda de la armonía en las relaciones humanas, el riesgo de la disgregación, los cambios ineludibles de la vida, son algunos de los temas que conforman el tejido narrativo de sus historias, cuyo objetivo, como él decía, siempre fue «hacer sentir la existencia de lo que llamamos vida sin utilizar acontecimientos extraordinarios».
Los textos aquí reunidos ofrecen una perspectiva inédita sobre sus películas, la técnica y la teoría de su oficio, su visión del cine americano de los años treinta y cuarenta, la dicotomía entre ficción y documental, así como su «famosa» aversión hacia la «gramática del cine».

martes, 11 de febrero de 2025

Mundanal (Fray Luis de León)

Oda I

Vida retirada
 

1 ¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

2 Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

3 No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

4 ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

5 ¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

6 Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

7 Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

8 Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al Cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.



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Poesía
Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527 o 1528 - Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591)

Clásicos Ebro, 1975
 
La mayor parte de sus obras poéticas son odas que, curiosamente, no fueron publicadas durante su vida, sino cuarenta años después de su muerte por Francisco de Quevedo. Fray Luis demuestra en sus obras ser un gran clásico, como lo fue Garcilaso en la primera mitad del siglo.
Oda a la vida retirada
Es una composición poética que consta de 40 liras, en la que fray Luis de León imita la más famosa oda de Horacio quien, recreando el tópico del «Beatus ille», elogia la vida campestre, cercana a la naturaleza y alejada de las riquezas y vanidades del mundo, ideal que también comparte nuestro poeta.

[https://lclcarmen1bac.wordpress.com/]

jueves, 19 de diciembre de 2024

Pérdida (Franco Michieli)

La belleza misteriosa del blanco horizonte nevado, ondulado y deshabitado, gélido y luminoso, que se extiende a nuestro alrededor en todas direcciones, no depende de su estética, ni tampoco de su potencia, sino de las innumerables historias que en él podrían suceder, sucedernos. Esta belleza tiene múltiples caras porque para nosotros no es un panorama, sino un futuro proyectado en el espacio en el que podríamos ser capaces de mantener una ruta, o perderla. Sabemos que no hay un límite claro entre los dos extremos. Deslizándonos sobre nuestros esquís por ondulaciones, valles, llanuras sin fin y lagos helados, viviremos una larga alternancia de sentimientos de pérdida y hallazgo, de desorientación y de certeza. El camino no trazado que pedimos a la tierra y al cielo que nos sugieran, a través de cientos de kilómetros de una Laponia inmersa en el invierno nórdico, existe solo en nuestra confianza: si dejamos de tenerla, estamos perdidos. Mientras creamos, cada desvío y cada aparente error de dirección seguirán formando parte de la ruta, serán solo curvas del camino que nuestras sugerencias o llamadas silenciosas de la naturaleza podrán corregir con nuestra colaboración para llevarnos a una meta lejana. La belleza de este escenario atrapa y se hace visceral porque no está predefinida, esculpida para siempre; es algo desconocido que se mostrará más o menos según la intensidad de nuestro deseo de encontrarla.


 

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La vocación de perderse
Franco Michieli (Milán, 11 de marzo de 1962)​


Ediciones Siruela, 2021

La vocación de perderse invita a reconciliar a la geografía con la emoción, la percepción y la lectura de la naturaleza como forma de salirnos del ensimismamiento tecnológico que está presente en nuestra individualidad y en el proyecto de conocimiento de nuestra disciplina. El relato, el ejercicio de narrar, la metáfora, el símbolo y el mito son herramientas con las que contamos para enriquecer nuestras percepciones. Pese a que ya no podemos tener esa experiencia totalmente primigenia con nuestros espacios circundantes, entender que el “territorio es como la poesía”, inexplicablemente coherente, con significados transcendentes y tiene el poder de elevar consideraciones de la vida humana, como anota Barry Lopez (Michieli, 2021, p. 29). Perderse, alejarse del mundo mediatizado por lo digital, permitirse reinventar nuestra relación con la naturaleza. Consideremos la centralidad del libro, la apertura a múltiples ángulos para pensar la actuación y la práctica de la geografía y preguntémonos ¿qué paisajes podríamos describir como nos enseña Michieli, al explorar nuestras habilidades narrativas? Incluso nos invita a reflexionar sobre los viajes y rutas que hacemos en nuestros trayectos urbanos y personales, y en los lugares donde podríamos encontrar aquella vocación a perdernos, aunque sean territorios cotidianos.

Valeria Consuelo de Pina Ravest [https://www.scielo.org.mx]