viernes, 14 de marzo de 2025

Grámatica (Yasujiro Ozu)

En el caso de la literatura, la gramática es una cuestión fisiológicamente conectada, por así decirlo, con la capacidad de compresión de las personas: si uno se equivoca al conjugar un verbo, la lectura se vuelve más complicada, no se entiende siquiera el tiempo narrativo. Estos aspectos, los llamados fisiológicos, son los que hay que respetar. En el cine, sin embargo, lo que se llama gramática no está en conexión directa con la capacidad de compresión del espectador, sino con los aspectos técnicos de la filmación. A día de hoy, por otra parte, también la mirada del espectador ha madurado: de eso no cabe duda. Cuando voy al cine veo que la gente se ríe abiertamente al contemplar una escena que antes no provocaba la menor risa. Cada vez que estoy ocurre me quedo estupefacto ante una sensibilidad tan articulada. En otras palabras, son los espectadores mismos los que han captado la sensibilidad del cine, la que es privativa de él. Así, cuando un crítico alaba una película porque responde al dictamen de la gramática, los espectadores, con total honestidad, se aburren en las escenas que se atienen con total rigidez a la gramática. Lo que mueve al espectador es la sensibilidad del realizador que logra tocar la fibra de su percepción, y no otras cosas como las reglas de las técnicas de filmación. Tampoco en literatura se dice siempre que un párrafo, perfectamente escrito desde el punto de vista gramatical, sea una pieza soberbia. Lo que cuenta es la sensibilidad expresiva del autor.
Cuando hablo se sensibilidad no me refiero a algo complejo: se trata solo de saber llamar la atención del espectador según su capacidad de percepción. Si esto no se tiene en cuenta sucede lo mismo que cuando nos equivocamos al conjugar un verbo: se produce una confusión y no se consigue transmitir nada.
 

 
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La poética de lo cotidiano
Yasujiro Ozu (Tokio, 12 de diciembre de 1903 - Tokio, 12 de diciembre de 1963)
 
Gallo Nero Ediciones, 2017

Unánimemente considerado como uno de los grandes maestros del cine, Yasujiro Ozu, «el más japonés de los directores japoneses», sigue siendo objeto de culto. Su arte sutil y delicadísimo es literalmente venerado por directores y cinéfilos, y son muchos los que se confiesan herederos de su arte.
Su cine formalmente sobrio, con planos filmados desde el punto de vista que tendría un adulto sentado sobre un tatami, no le impidió retratar mejor que ningún otro cineasta los grandes cambios que sufrió la sociedad japonesa tras la Segunda Guerra Mundial.
La búsqueda de la armonía en las relaciones humanas, el riesgo de la disgregación, los cambios ineludibles de la vida, son algunos de los temas que conforman el tejido narrativo de sus historias, cuyo objetivo, como él decía, siempre fue «hacer sentir la existencia de lo que llamamos vida sin utilizar acontecimientos extraordinarios».
Los textos aquí reunidos ofrecen una perspectiva inédita sobre sus películas, la técnica y la teoría de su oficio, su visión del cine americano de los años treinta y cuarenta, la dicotomía entre ficción y documental, así como su «famosa» aversión hacia la «gramática del cine».

martes, 11 de febrero de 2025

Mundanal (Fray Luis de León)

Oda I

Vida retirada
 

1 ¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

2 Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

3 No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

4 ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

5 ¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

6 Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

7 Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

8 Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al Cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.



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Poesía
Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527 o 1528 - Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591)

Clásicos Ebro, 1975
 
La mayor parte de sus obras poéticas son odas que, curiosamente, no fueron publicadas durante su vida, sino cuarenta años después de su muerte por Francisco de Quevedo. Fray Luis demuestra en sus obras ser un gran clásico, como lo fue Garcilaso en la primera mitad del siglo.
Oda a la vida retirada
Es una composición poética que consta de 40 liras, en la que fray Luis de León imita la más famosa oda de Horacio quien, recreando el tópico del «Beatus ille», elogia la vida campestre, cercana a la naturaleza y alejada de las riquezas y vanidades del mundo, ideal que también comparte nuestro poeta.

[https://lclcarmen1bac.wordpress.com/]

jueves, 19 de diciembre de 2024

Pérdida (Franco Michieli)

La belleza misteriosa del blanco horizonte nevado, ondulado y deshabitado, gélido y luminoso, que se extiende a nuestro alrededor en todas direcciones, no depende de su estética, ni tampoco de su potencia, sino de las innumerables historias que en él podrían suceder, sucedernos. Esta belleza tiene múltiples caras porque para nosotros no es un panorama, sino un futuro proyectado en el espacio en el que podríamos ser capaces de mantener una ruta, o perderla. Sabemos que no hay un límite claro entre los dos extremos. Deslizándonos sobre nuestros esquís por ondulaciones, valles, llanuras sin fin y lagos helados, viviremos una larga alternancia de sentimientos de pérdida y hallazgo, de desorientación y de certeza. El camino no trazado que pedimos a la tierra y al cielo que nos sugieran, a través de cientos de kilómetros de una Laponia inmersa en el invierno nórdico, existe solo en nuestra confianza: si dejamos de tenerla, estamos perdidos. Mientras creamos, cada desvío y cada aparente error de dirección seguirán formando parte de la ruta, serán solo curvas del camino que nuestras sugerencias o llamadas silenciosas de la naturaleza podrán corregir con nuestra colaboración para llevarnos a una meta lejana. La belleza de este escenario atrapa y se hace visceral porque no está predefinida, esculpida para siempre; es algo desconocido que se mostrará más o menos según la intensidad de nuestro deseo de encontrarla.


 

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La vocación de perderse
Franco Michieli (Milán, 11 de marzo de 1962)​


Ediciones Siruela, 2021

La vocación de perderse invita a reconciliar a la geografía con la emoción, la percepción y la lectura de la naturaleza como forma de salirnos del ensimismamiento tecnológico que está presente en nuestra individualidad y en el proyecto de conocimiento de nuestra disciplina. El relato, el ejercicio de narrar, la metáfora, el símbolo y el mito son herramientas con las que contamos para enriquecer nuestras percepciones. Pese a que ya no podemos tener esa experiencia totalmente primigenia con nuestros espacios circundantes, entender que el “territorio es como la poesía”, inexplicablemente coherente, con significados transcendentes y tiene el poder de elevar consideraciones de la vida humana, como anota Barry Lopez (Michieli, 2021, p. 29). Perderse, alejarse del mundo mediatizado por lo digital, permitirse reinventar nuestra relación con la naturaleza. Consideremos la centralidad del libro, la apertura a múltiples ángulos para pensar la actuación y la práctica de la geografía y preguntémonos ¿qué paisajes podríamos describir como nos enseña Michieli, al explorar nuestras habilidades narrativas? Incluso nos invita a reflexionar sobre los viajes y rutas que hacemos en nuestros trayectos urbanos y personales, y en los lugares donde podríamos encontrar aquella vocación a perdernos, aunque sean territorios cotidianos.

Valeria Consuelo de Pina Ravest [https://www.scielo.org.mx]

lunes, 11 de noviembre de 2024

Fatiga (Ángel Guinda)

Cuántas veces cuando tengas mi edad,
habrás leído estos versos que para ti escribía
y en los que no podías detenerte
porque tenías prisa,
esa prisa que da
haber vivido apenas,
porque eras tan joven
y veías la muerte aún lejana.

Acaso entonces desees que mi voz continúe
y yo esté comenzando a dialogar en silencio,
a revivir en el silencio
la hermosura de aquellos ávidos años
frente a la paz equívoca de la fatiga.


 

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El arrojo de vivir
Ángel Guinda (Zaragoza, 26 de agosto de 1948 - Madrid, 29 de enero de 2022)​


Olifante Ediciones, 2017

Ángel Guinda, poeta al que se asocia inmediata y fundamentalmente con la temática de la muerte y por una mirada amargo-realista respecto a temas inherentes a la condición humana, como son el paso del tiempo, la enfermedad, la vejez, las ausencias, también ha creado espléndidos poemas de amor; intensos y arrebatados unos, minimalistas otros, y auténticos y sinceros siempre.
Inmersos como estamos en una época opaca, parece conveniente y necesario rescatar poemas que nos iluminen, que nos reconforten y nos reconcilien con lo mejor de nosotros mismos.
El arrojo de vivir recoge una selección de treinta y cuatro poemas de amor que Ángel Guinda ha publicado, a lo largo de su dilatada trayectoria.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Desaliento (Julia Hartwig)

 A despecho de uno mismo

Todos los poetas del mundo escriben el mismo poema
describen la misma roca contra la que se hace pedazos el mar
esa misma pérdida que a ninguno de ellos le fue evitada
en el mismo instante experimentan el éxtasis de vivir
la misma noche se tienden en lecho de las sombras

Llegan a conocer un desaliento tan omnímodo
que el mundo deja de existir para ellos
y cuando tratan de reconstruirlo
su abundancia los hace reventar

En esta magna sinfonía que están ejecutando
solo a los primeros violines honra el director con un apretón de manos
y aunque todos ellos se someten a la ley de la misma armonía
cada uno quisiera ser amado al margen de los demás.


 

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Dualidad
Julia Hartwig (Lublin, Polonia, 14 de agosto de 1921 - Gouldsboro, Pensilvania, 14 de julio de 2017
)

Vaso Roto Ediciones, 2013

Los poemas de Julia Hartwig representan un sereno (y en ocasiones desapasionado) esfuerzo por conciliar aproximaciones antitéticas a una realidad siempre multiforme. Moviéndose sin cesar de lo irónico a lo solemne, de lo terrenal  lo onírico, de la desesperación a la epifanía, sus versos constituyen una lúcida respuesta al atrevimiento de quienes solo ofrecen una visión monocolor de la existencia o, aún peor, buscan aprehender aquella esencia proteica en una mera fórmula simplificadora. Y, no obstante, de estos poemas no escapa nunca un grito de protesta frente al aparente sinsentido de cuanto nos rodea. Antes bien, con su vindicación de la templanza y la armonía, llaman a aceptar la realidad tal como se nos ofrece, puesto que solo desde su comprensión cabal es posible acceder a su sentido último. Y cuando esto parezca realmente imposible, cuando nos embargue el miedo a lo desconocido, o lo irracional se nos antoje peligrosamente cercano, lo mejor es «no preguntar», precisamente el título de uno de los poemas que integran uno de sus últimos libros, Jasne niejasne [Claro, poco claro] (2009).
[Prólogo de Antonio Benítez Burraco y Anna Sobieska]

domingo, 4 de agosto de 2024

Monotonía (Izumi Shikibu)

Llovía sin parar y el tiempo discurría monótono. Con mirada fija en la lluvia, el corazón de la dama latía inquieto por su inestable relación con el príncipe. «¡Había muchos hombres que se interesaban por mí en otros tiempos!», se lamentaba, «pero ahora ninguno de ellos me importa. Solo Su Alteza. ¡Ay, corren tantos rumores!"» Recordó el poema que dice:

Ir a algún sitio
y poder esconderse,
¡cómo lo ansío!
Pero en sociedad vivo
a merced de un cruel amante.

Con estos pensamientos en la cabeza, transcurría el tiempo.
Un día llegó una carta del príncipe. «¿Cómo te encuentras en medio de la monotonía de estos días lluviosos?», le preguntaba en ella. Se incluía un poema que decía así:

Podrás pensar
que normal es que llueva
en la estación.
Mas son mis ojos los que
por tu amor hacen llover.

La dama, al leer estos versos, se sintió feliz por que el príncipe no hubiera dejado pasar la estación de las lluvias sin mandarle un saludo enamorado. Su carta había llegado cuando más sumida se hallaba en cavilaciones amorosas. Le respondió con este otro poema:

¡Qué ignorante
no saber que vuestras lágrimas
son por este amor secreto!
Creía que era lluvia
piadosa con mi dolor.



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El diario de la dama Izumi
Izumi Shikibu (Provincia de Echizen, 
976 - Provincia de Tango, Japón, 1030)

Satori Ediciones, 2017

Porque estamos ante una exquisita historia de amor de los pies a la cabeza, un diario poético impregnado de ese envolvente aroma de suave melancolía tan característico de la época. Y de final brusco y sorprendente.
Aumenta la talla de la obra el hecho de que, si la atribución a la dama Izumi Shikibu es cierta, leyendo sus páginas oímos susurrar a la mejor voz poética de su tiempo y para muchos, a la más excelsa que ha dado la literatura de Japón.
La literatura de Heian más apreciada hoy, dentro y fuera de Japón, es un hermoso tronco que nace no sabemos cuándo, que crece en el siglo IX y que en el siglo siguiente se abre en tres poderosas ramas: relatos en prosa (monogatari), diarios (nikki) y colecciones poéticas (shu). Pero son de contornos a menudo borrosos y enmarañados, como los de esos árboles de notable frondosidad cuyas ramificaciones no resulta fácil distinguir contempladas por la noche a la débil luz de las estrellas.
[Prólogo de Carlos Rubio]

jueves, 18 de julio de 2024

Piedad (Gustavo Adolfo Bécquer)

Rima LII
 
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!

Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!

Nube de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!

Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
 


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Rimas y Leyendas
Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 17 de febrero de 1836 - Madrid, 22 de diciembre de 1870)


Editorial Ebro, 1977

Porque el escritor no solo llegó a aquellos lectores que se identificaron en algún momento con estos sentimientos amorosos plasmados en las Rimas. Que estos versos, de alguna manera u otra, palpitan en autores posteriores como Luis Cernuda (que no tuvo reparos en admitirlo, por cierto), en Alberti, en Aleixandre o en Federico García Lorca. La referencia a las Rimas de Bécquer fue de tal calibre que dejó una profunda huella literaria.

"Desempeña en nuestra poesía moderna un papel equivalente al de Garcilaso en nuestra poesía clásica: el de crear una nueva tradición, que lega a sus descendientes. Y si de Garcilaso se nutrieron dos siglos de poesía española, estando su sombra detrás de cualquiera de nuestros poetas de los siglos XVI y XVII, lo mismo se puede decir de Bécquer con respecto a su tiempo. Él es quien dota a la poesía moderna española de una tradición nueva, y el eco de ella se encuentra en nuestros contemporáneos mejores."
Luis Cernuda

Por tanto, no podemos acercarnos a las Rimas de Bécquer no solo por lo que son por ellas mismas encuadradas en una tradición literaria concreta (la del Romanticismo más tardío) sino por lo que supuso para los creadores posteriores. Tanto fue así que en palabras de estos poetas (pertenecientes al canon literario, que la clasificación es importante) nos llevan ante una frontera histórica, ante un antes y un después. Antes de Bécquer, la poesía giraba alrededor del clasicismo y la tradición; después de Bécquer, se da carta de naturaleza a la moderna, superada en las últimas décadas por experimentos vanguardistas.
Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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