Cuando los reyes de León, hombres de acción y de pelea más que sabios y prudentes gobernantes, comenzaban a estar cansados (en los escasos periodos de su vida en que no andaban haciendo la guerra por el mundo) de las luchas e intrigas palaciegas, llamaban a los hombres de confianza, enfundaban sus armas, montaban en sus caballos y se iban a Babia a descansar y a practicar en sus bosques el deporte de la caza, su actividad preferida. Babia, la bellísima comarca que baña el río Luna y preside la imponente Peña Ubiña con su perfil calizo y fantasmagórico (sobre todo en noches de nieve o de luna llena) ofrecía en la Edad Media múltiples alicientes para la caza y la doma ecuestre (Babieca, el legendario caballo del Cid, era, según la tradición, de allí, de ahí su nombre), y no es raro que los reyes leoneses prodigasen sus visitas a la zona, dando origen de ese modo a una expresión que, contra lo que muchos piensan, no es sinónimo de inopia o ignorancia, sino de ensimismamiento, puesto que se refiere al deseo de los reyes leones de permanecer al margen de las luchas e intrigas palaciegas. "¿Dónde está el rey?", se preguntaban los cortesanos cuando, al cabo de unos días, comenzaban a echarlo en falta. "Está en Babia", era la contestación. (Otra interpretación de la expresión, sin duda menos real -en el sentido regio del término-, mas no por ello menos verosímil, se refiere a los pastores trashumantes, de los que Babia ha dado cientos de miles, que en las largas noches de invierno en Extremadura, donde permanecían hasta ocho meses cuidando de sus rebaños lejos de sus familias y de sus pueblos, se quedaban abstraídos junto al fuego, ensimismados, momento en el que sus compañeros extremeños les preguntaban si estaban en Babia; y aún hay una tercera que, siguiendo el mismo modelo, habla de los maestros babianos del XIX, aquellos maestros Ciruela anteriores a la existencia del magisterio profesional que, como los pastores trashumantes, se contrataban en las aldeas de Asturias para dar clase, por años, igual que aquellos).
Atlas de la España imaginaria
Atlas de la España imaginaria es un viaje por
lugares tan fantásticos como Babia, Jauja o la Ínsula Barataria, todos
reales y, al mismo tiempo, míticos.
Julio Llamazares, curioso pertinente, pintor de paisajes geopoéticos,
viaja en persona desde unos tópicos lingüísticos hasta sus orígenes.
Contrasta la lírica de la fantasía con la realidad prosaica. Desmitifica
la toponimia mágica poniéndoles rostro a los vecinos de carne y hueso
que habitan esos lugares. Y no marcha solo en esta aventura. Le acompaña
un imaginero de semblanzas, un cazador de horizontes, como es Navia.
Ilumina su texto un ilustrador de escenas de cuento como es David de las
Heras.
Y al final de esta andanza de nuestro escritor, tras cartografiar los
confines del atlas de la España imaginaria, los lectores ávidos de
odiseas anhelamos disfrutar con su cuaderno de viaje. Necesitados, como
estamos, de cuentos al amor de la lumbre, de relatos al solaz de los
jardines.
No hay comentarios:
Publicar un comentario