jueves, 19 de diciembre de 2013

Lluvia (Haruki Murakami)

Sentado ante la mesa de la cocina, contemplaba aún la nube que flotaba sobre el cementerio. No se había movido ni un milímetro. Permanecía inmóvil, como si estuviera clavada en el cielo. "Ya es hora de que despierte a las niñas", pensé. Ya hace mucho que ha amanecido, tienen que levantarse. Ellas necesitan este nuevo día de una manera más intensa, más perentoria que yo. Debo acercarme a su cama, apartar las mantas, posar la mano sobre sus cuerpo cálidos, suaves, anunciarles que ha llegado un nuevo día. Eso es lo que debe hacer ahora. Pero me fue imposible levantarme de la silla ante la mesa de la cocina. Las fuerzas habían abandonado mi cuerpo por completo. Como si alguien se hubiese acercado sigilosamente por la espalda y me hubiese desenchufado. Hinqué los codos en la mesa y me cubrí la cara con las palmas de las manos.
Dentro de esa oscuridad, pensé en la lluvia que caía sobre el mar. La lluvia que caía furtivamente, sin que nadie lo supiera, en un vasto mar. Las gotas de lluvia golpeaban la superficie del agua, sin que ni siquiera los peces lo percibieran.
Hasta que alguien se acercó y posó suavemente su mano sobre mi espalda, seguí pensando en el mar.


Lluvia (Haruki Murakami)
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Al sur de la frontera, al oeste del sol
Haruki Murakami (Kioto (Japón), 12 de enero de 1949)


Hajime es un hombre moderadamente feliz, casado, padre de dos niñas y dueño de un club de jazz, cuando se reencuentra con Shimamoto, una vieja amiga de la infancia y la adolescencia de la que no había vuelto a tener noticias. Ambos, hijos únicos, habían compartido aficiones y secretos en la escuela primaria, y ahora, varios años después, se sienten atraídos sin remedio. Hajime, obsesionado, parece dispuesto a dejarlo todo por ella... Con inquietante sutileza, Murakami nos cuenta una historia clásica de amores perdidos y recobrados, de la consumación de una promesa de plenitud, que destila la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo.

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